Si noventa minutos en el Bernabéu son muy largos, como afirmaba el difunto Juanito, hora y media de conversación con Fernando Trueba (Madrid, 1955) es más valiosa que muchos manuales, seminarios y talleres sobre cine. El ganador de un Óscar por ‘Belle Epoque’ ama su profesión y, lo que es más importante, sabe transmitir y contagiar esa pasión a quienes le escuchan. Así lo pudieron comprobar ayer los asistentes a la charla que ofreció en la Sala de Usos Múltiples del nuevo Paraninfo de la Universidad de Almería (UAL), un día después de presentar su último trabajo, ‘El artista y la modelo’, en el Teatro Cervantes, dentro de los Encuentros con Directores que organiza la Fundación Unicaja.
“Si no me hubiera dedicado al cine habría sido un buen maestro. Tengo alma de divulgador, me encanta descubrirles a los demás las cosas que me gustan”, dijo tras ser presentado por Gabriel Núñez, director de la Editorial de la UAL. Y así, sin guión ni hoja de ruta, animó al público a que preguntaran lo que quisieran.
Mucho más que cine
Fernando Trueba habló con todos y de todo --teatro, política, educación y, por supuesto, cine, como arte y como industria--, moldeando cada respuesta con un sentido del humor casi invisible que da aún más validez a sus reflexiones.
“El cine y el teatro surgen de la misma necesidad, la de contar historias dramatizadas”, comenzó diciendo cuando le preguntaron sobre las diferencias entre ambos géneros. Y recordó sus conversaciones con Rafael Azcona en la que consideraban que estas formas de expresión están ligadas a la literatura. “No entiendo cómo el cine no forma parte de la enseñanza española. Tendría que ser así, y dentro de la asignatura de literatura”.
Como buen maestro de vocación, Trueba --que definió el oficio de hacer cine como “contribuir a un mismo edificio”-- utilizó casos prácticos para mostrar el poder divulgador del séptimo arte. “Uno puede estar diez años leyendo en prensa o viendo en televisión todo lo que salga sobre Irán. Pero ves un filme como ‘Nader y Simin, una separación’ y descubres cómo es ese país: cómo es una pareja ilustrada y otra integrista, cómo son sus juzgados y hospitales, cómo es una cocina en Teherán. Hace poco leí que el cine es el registro más fiel del sentimiento de un pueblo, y me parece una definición precisa y preciosa. El cine es importante, incluso cuando es malo. Sólo un país dirigido por idiotas puede permitirse el lujo de no tener cine”.
Y sobre el panorama en España afirmó que vivimos un “gran fracaso ético, cultural, político y ciudadano” y que es necesario un “cambio generacional” entre los dirigentes. “Creo en el Estado, que es la gran creación del ser humano, en los valores de lo público, incluso en la democracia. Ahora tenemos que entrar en ella para perfeccionarla y mejorarla”.
Arte e industria audiovisual
En cuanto a ‘El artista y la modelo’ desveló una anécdota que refleja bien las exigencias actuales de la industria: un ejecutivo de Sony Classics se deshizo en elogios durante más de media hora con el largometraje para decirle finalmente que no la distribuirían en Estados Unidos por ser en blanco y negro, lo que dificulta que las televisiones la compren. “Me habló de ‘Jules y Jim’, de Murnau, y yo emocionado. Fue como ponerle a un niño una tarta delante y luego quitársela”.
También le recordaron su ya célebre frase “Quisiera creer en Dios para darle las gracias pero sólo creo en Billy Wilder” cuando recogió el Óscar. “No quise decir que Wilder fuera un dios, sino que creo en las personas”. Y confesó que el mejor momento de su vida como cineasta no fue este premio sino cuando se coló de incógnito en un pase de ‘Ópera Prima’, se sentó al fondo de la sala, agachó la cabeza y pasó toda la proyección simplemente escuchando las reacciones del público en cada gag.
Todo un maestro.
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