“¿Por qué lo hago? No sé, sientes un vacío, estás haciendo cosas que no te satisfacen, y buscasalgo que te llene...”, dice Salvador Cabrera y se encoge de hombros. “Antes buscaba en la agricultura, por ejemplo. Pero ahora con la escultura realmente he encontrado algo que me llena. Cuando termino una pieza siempre tengo algo nuevo en la mente para el futuro. Ahora tengo pensado hacer una mariposa, y un saltamontes”.
Es un afán personal de Salvador. Para apreciar sus obras hay que ir al paraje de los Cabrera, en Purchena, y fijarse en el paisaje. Con calma. Entonces verá al burro en lo alto de un cerro, el zorro que corre agazapado por un risco, el cazador, la tela de araña, la hormiga...
Afición de toda la vida
Salvador Cabrera Torregrosa es de Purchena, del año 59. Su padre trabajaba en la Campsa, y cuando cerraron la sucursal del pueblo se vinieron a Almería. “Tenía yo unos 12 años”, recuerda, “pero nunca hemos perdido el contacto con el pueblo. Toda la familia, tanto de mi padre como de mi madre, están allí. Vamos todas las semanas, las vacaciones... De hecho, me hice allí un cortijo que es donde tengo el taller y las esculturas”.
Salvador se hizo técnico en ebanistería, pero ahora trabaja como monitor escolar en el colegio San Indalecio de La Cañada. La afición por las manualidades, pues, le viene de toda la vida. Siempre ha estado haciendo cosas. “Un tiempo hacía barquitos, otro me dió por los aviones...”, dice, “Y hace unos diez años, empecé con la escultura”.
Homenajes
Primero hizo una cabra para señalizar el paraje donde todos tienen el mismo apellido: ‘Los Cabrera’. Luego decidió hacer un homenaje a su padre, y erigió una gran figura de cazador. “Él era muy aficionado a la caza y así lo recuerdo”, explica. “El Ayuntamiento me cedió unas farolas y con ellas la hice. También hice un homenaje a mi madre. No me gusta ir a los cementerios, así que allí los tengo cercanos...”.
También representa a los animales del entorno. Usa materiales reciclados que él mismo encuentra o le traen sus familiares. Con las farolas también hizo una enorme tela de araña; con bombonas de butano, una hormiga; con planchas de metal, un burro, un zorro, un jabalí... Los coloca en el terreno, y la gente, caminantes, ciclistas, “sobre todo los ingleses que viven en la zona”, les hacen fotos y lo felicitan. A él le gusta. Ya no siente vacío en su corazón.
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