Los anillos olímpicos representan a los cinco continentes del mundo unidos por la idea de competir de forma limpia y sana. Con la misma deportividad aunque con una organización bastante más modesta, un grupo de niños de San José celebra desde hace diez días sus sextos Juegos Olímpicos.
Hoy jueves se desarrollará la última prueba de estas Olimpiadas, que este año han incrementado de forma sustancial el número de participantes hasta el centenar. “Sólo en el triple salto contamos con casi 50 deportistas”, explica Fernando Martínez Gil en declaraciones a LA VOZ.
Maratón y clausura
El programa para esta mañana contempla el maratón, que consta de dos categorías en función de la edad y comenzará a las diez con salida frente al cámping de San José. El itinerario se extiende unos tres kilómetros. Ya por la noche, a las 22.30 horas, la urbanización de El Sotillo servirá de escenario a la gala de clausura. “En la misma se entregarán las medallas a los ganadores del maratón, como ocurre en las Olimpiadas reales”, señala este joven de quince años, principal impulsor de la iniciativa.
La ceremonia inaugural tuvo lugar en ese mismo espacio y congregó, hace algo más de una semana, a unas 60 personas. “Hubo efectos de luces, la representación de un espectáculo, el tradicional desfile de países y fuegos artificiales”, recuerda.
A lo largo de estos días se han sucedido más de una veintena de pruebas de distintos deportes, de modo que casi todos los participantes han vuelto a casa con medalla. “Yo mismo he logrado varias”, apunta el chico, que confiesa que nada de esto sería posible sin los voluntarios, en especial su hermano Mario, sus primos y algunos amigos más. Entre las anécdotas, los han llegado a confundir con personal del Ayuntamiento de Níjar.
Superación y convivencia
“Algunos de los deportistas eran niños muy pequeños que se han esforzado muchísimo. Han sido todo un ejemplo de superación”, indica Martínez Gil. Además, esta sexta edición ha ido más allá de lo meramente deportivo y se ha convertido en una bella convivencia. “Por las noches nos reuníamos todos para hablar y seguir jugando. Lo más bonito ha sido la experiencia personal”, expresa feliz.
De cara al próximo verano, este grupo de jóvenes no sabe todavía si repetirá las Olimpiadas por el ingente trabajo que acarrea la organización. Aunque las ganas y la ilusión pesan demasiado.
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