“Ahora los besos se dan con los dedos a través de los ordenadores y antes se robaban en los portales, cuando estos formaban parte de las casas porque estaban abiertas. Podías estar varias horas besándola hasta que la madre la mandaba a poner la mesa y tú salías corriendo, insatisfecho, pues te había sabido a poco. Te ibas con un gran dolor en el alma, o un poco más abajo”.
Eduardo del Pino Vicente volvió a hacer gala anoche de su faceta más canalla en la presentación de su tercer libro, ‘Los años vividos’, editado por LA VOZ en su colección Memoria. El escritor y periodista regresó al Teatro Apolo, escenario ya ligado a su obra, para explicar por qué, a su juicio, la Almería que evoca en sus relatos es mejor que la actual.
El amor fue sólo un ejemplo de los múltiples ámbitos de la vida que el autor habitual de las contraportadas de este periódico repasó a lo largo de su intervención, a media luz, con música de fondo y sentado en su ya característico taburete.
El almeriense recordó escenarios como aquella Rambla a la que se iban los chicos que no asistían a la escuela, “a colocarse y ver las piernas de las
niñas”. “Había un municipal, El Cañaero, que primero te pegaba dos patadas y luego preguntaba qué hacías allí”, recordó.
También habló de aquellas casas en las que el cuarto de baño no era más que una “habitacioncilla” en un patio y de cuando los niños bebían leche “de la de verdad”, que en el fondo era “mitad leche, mitad agua”.
La educación de los años de la dictadura centró las palabras más irónicas de Del Pino Vicente. “El que no sabía dónde estaba el Duero pasaba por la vara de madera. En esos segundos antes de que el maestro te diese estaban encerrados todos los tratados de pedagogia de la historia. Llevaban razón al pegarnos, qué habría sabido de mí sin saber por dónde discurre el Duero”, bromeó ante los numerosos comentarios que llegaban del patio de butacas.
Las ‘majorettes’, un clásico en las presentaciones del escritor, no podían faltar en la puesta de largo de su tercer libro. De hecho, coparon el inicio de su monólogo ilustrado con varias fotos proyectadas en pantalla grande. “Aquí podéis ver cómo los hombres sacaban la cabeza para verlas y sus mujeres los vigilaban enfadadas. Lo que no aparece es el perfume que iban dejando o cómo nos engañaban con los ojos. Sabíamos que nos eran infieles cuando se iban, pero no nos importaba siempre que volvieran”, indicó.
El periodista almeriense se despidió del público mencionando a algunas de las familias de los protagonistas de su obra presentes en el teatro. “Este libro recoge algunas historias que había que rescatar porque se iban para siempre. Ojalá volvamos a vernos muy pronto”, deseó.
Las gentes humildes
El concejal de Cultura, Ramón Fernández-Pacheco, la directora del Archivo Histórico Provincial, María Luisa Andrés, y el profesor de Bellas Artes y pintor José Luis Ruz participaron en la velada y coincidieron en que lo que distingue a Del Pino es que estudia a las gentes humildes.
“Gracias a su labor, los historiadores del futuro tendrán menos problemas a la hora de conocer cómo vivían los almerienses del siglo XX y principios del XXI”, subrayó Andrés. “Estos libros son útiles para completar la historia con mayúsculas y utilísimos para nuestros corazones. Eduardo es el ilustre historiador de la gente sin historia”, concluyó Ruz.
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