“Puse en este filme todo lo que sabía, todo lo que sentía, y pensé que eso sería el final de mi carrera. Es lo que se llama un filme kamikaze: se pone todo dentro, se olvida todo y después se intenta encontrar otra manera de vivir”. La frase pertenece a Martin Scorsese y hace referencia a una de sus obras maestras, ‘Toro salvaje’. Buscando la senda de esa premisa a través de la historia del celuloide, el escritor cinematográfico José Francisco Montero (Almería, 1972) ha coordinado el libro ‘A tumba abierta. El cine kamikaze’ (Macnulti Editores). Junto a él, que firma el texto introductorio, participan ocho autores: Ricardo Adalia, Nicole Brenez, Óscar Brox, Nacho Cagiga, Gonzalo de Lucas, Manuel Ortega, Ignacio P. Rico y Diego Salgado.
“A partir de esas declaraciones de Scorsese, el libro intenta acuñar un nuevo concepto, el de cine kamikaze. Es una actitud que está presente en películas muy diferentes, una corriente subterránea que recorre la historia del cine”, detalla Montero.
El estudio, primera entrega de la colección Hamsterdam de esta editorial, recoge títulos cuyos directores tuvieron “dificultades más grandes de lo normal” para realizarlos, condicionantes de tipo industrial, social, político o histórico. “Lo más importante es que las heridas que se generan durante la creación de estas películas se trasladan a sus rasgos estilísticos: son obras apasionadas, viscerales, a veces imperfectas. En ellas se puede percibir cierto temblor, producto de esa lucha que las ha hecho posibles, que arroja una imagen de la realidad en que se han hecho”.
Quemando las naves
Montero, autor del primer ensayo en castellano dedicado a Paul Thomas Anderson (‘Boogie nights’, ‘The master’), matiza que lo importante de estos filmes, “que se realizan quemando las naves, poniendo toda la carne en el asador”, es que la cámara registre “los resplandores del incendio”, que esa actitud “se registre en el proyecto final”.
‘Avaricia’, de Erich Von Stroheim; ‘Ocho y medio’ de Federico Fellini; ‘Faces, de John Cassavetes; ‘El color de la granada’, de Sergei Parajanov; o ‘Esto no es una película’, de Jafar Panahi, son algunas de los largometrajes reseñados, que abordan diferentes géneros y épocas. “No hablamos sólo de cine de autor. Hay obras como ‘La sal de la tierra’, de Herbert J. Biberman, o ‘La fuerza del destino’, de Abraham Polonsky, que nacen del propio Hollywood y otras como ‘La mamá y la puta’, de Jean Eustache, que fueron éxitos de taquilla”, señala Montero.
El coordinador de ‘A tumba abierta’ subraya que aunque el término ‘kamikaze’ pueda aludir en primer término a la idea de suicidio, el estudio hace hincapié en la actitud “vitalista” de sus creadores. Para ellos, este “suicidio” es la “única forma de supervivencia creativa”. “El cine kamikaze es la negativa a guardar silencio. Esas películas eran su única forma de supervivencia y la muerte habría sido hacer un cine que no sentían. Quizás esta huida hacia delante les generó problemas a algunos de ellos para continuar con una carrera normalizada pero era su única forma de sobrevivir como creadores”.
El volumen también recuerda algunos proyectos de grandes cineastas, como el ‘Jesús’ de Dreyer, el ‘Génesis’ de Bresson o el ‘Napoléon’ de Kubrick, que nunca llegaron a ver la luz, “quizás por ser demasiado kamikaz
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