Emilia Compán Hanza nació en Canjáyar un 28 de agosto de 1914 y a lo largo de todo un siglo ha visto pasar la historia de un país que ha vivido un siglo lleno de convulsiones, ha atravesado el drama de una guerra civil, ha vivido un tránsito a la democracia convertido en ejemplo para otros pueblos, y ha evolucionado social y económicamente de forma casi constante.
El pasado jueves se reunieron en la casa de una de sus hijas para celebrar tan inusual cumpleaños. Primero una misa oficiada por un sacerdote amigo, luego una comida que hubo de ser necesariamente ligera para poder alcanzar a los cerca de cien invitados que se dieron cita en la onomástica, y eso que las obligaciones de la vida impidieron la presencia de todos. Una fiesta en la que tuvieron su papel protagonista no sólo sus descendientes directos, también sus dos hermanas que, con 88 y 90 años a sus espaldas, viven intensamente sus recuerdos y su presente y afrontan su futuro con ese optimismo que se ha convertido en seña de identidad.
Emilia Compán Hanza es una mujer vitalista, ejemplar en su conducta y capaz de repartir un cariño sin condiciones ni restricciones a todos aquellos a los que la vida puso en su camino. Casada con el médico, también canjilón, Manuel de Oña Iribarne, trajo al mundo a ocho hijos, seis mujeres y dos varones. Todos ellos se casaron y se convirtieron en el inicio de lo que hoy es una de las familias directas más numerosas de la provincia. Entre hijos e hijas, nietos y nietas y biznietos la suma supera con mucho el centenar de personas. Y si el cuerpo le aguanta aún tendrá la oportunidad que se le presenta a muy pocos seres humanos de conocer a sus tataranietos.
Emilia, a sus cien años, conserva una vitalidad envidiable, un espíritu positivo ante la vida y ante sus acontecimientos, la ilusión por disfrutar de las pequeñas cosas y una memoria a prueba de bombas que le permite recordar episodios de su vida y de la de sus seres queridos ocurridos hace sesenta, setenta u ochenta años. Pero sobre todo conserva esa capacidad de dar y recibir cariño que la han convertido en una madre, abuela, bisabuela o hermana con profundos sentimientos afectivos.
A sus cien años recibe a la gente que la visita con una respuesta invariable a la casi obligada pregunta de ¿Cómo estás? “Estupendamente”, repite una y otra vez. No se trata de una fórmula de cortesía, es la capacidad de una mujer curtida por los años de saber escoger siempre el lado positivo de las cosas. Es un optimismo vital que posiblemente sea el origen de su longevidad. Un optimismo y una ilusión por la vida y por sus cosas que sin duda comparte con sus dos hermanas menores, Paquita y Salvadora, que igual que su hermana observan el transcurrir del tiempo sin haber perdido la alegría por seguir viviendo, por seguir disfrutando de un mundo del que son protagonistas.
Emilia Compán Hanza recibió ese día cientos de besos, de abrazos, dejó escapar alguna lágrima, disfrutó rodeada de todos los suyos, tantos como suman. No hizo casi nada diferente a lo que lleva haciendo un siglo, repartir amor a los suyos y, en justa compensación, recibir de ellos todo el cariño que tanta generosidad merece, algo que ni se compra ni se vende, se gana.
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