‘Veranico azul’: humor con identidad propia

Lleno en el Auditorio Maestro Padilla en el fin de gira de una obra escrita y protagonizada por Paco Calavera, Pepe Céspedes, Alvarito y Kikín Fernández y vista por 7.000 espect

Instantánea final tras terminar la función.
Instantánea final tras terminar la función.
Evaristo Martínez
22:58 • 17 ene. 2015

Forjado en la última década a golpe de carretera y bolos en escenarios no siempre agradecidos, el humor almeriense ha adquirido una identidad propia que tiene en las figuras de Paco Calavera, Pepe Céspedes, Alvarito y Kikín Fernández a sus mejores embajadores. Con pinceladas de esa sátira que mira su propio ombligo y que se practica con fortuna en el País Vasco (el programa Vaya semanita, parte de cuya esencia recoge Ocho apellidos vascos) y en Cataluña (desde Al ataque a Polonia) y con toques de ese surrealismo manchego pegado al terruño (de Millán Salcedo a los ‘Chanantes’, pasando por José Mota), el humor indálico alza su voz aportando un poquito de ‘mala follá’, un algo de ácido pesimismo, un bastante de gamberreo e incorrección política y un mucho de autocrítica hacia lo almeriense que acaba convirtiéndose en el mejor escudo de defensa para una tierra acostumbrada a recibir, sin comerlo ni beberlo, demasiados golpes a lo largo de la historia. Y los que sigue recibiendo.




Tras presentar en 2010 Mamocracia, obra teatral sobre la corrupción escrita a ocho manos, los cuatro cómicos, que no han querido anclarse al formato del monólogo, presentaron con gran éxito en 2012 Qué ratico más bueno, sucesión de ‘sketches’ en los que parodiaban situaciones cotidianas protagonizadas por un paisanaje más que reconocible. El pasado año volvieron con Veranico azul (dirigida, como las anteriores, por Kikín), que con su lleno del viernes en el Maestro Padilla ha despedido una gira por once localidades de la provincia que ha reunido desde abril a unos 7.000 espectadores.




Fórmula mejorada
Con la época estival como (leve) hilo conductor, Veranico azul recupera la fórmula del anterior montaje, mejorada y ampliada, para ofrecer unos quince números en los que tienen cabida desde el humor gestual, con ese guiño a Tricicle en la primera aparición de Calavera, Céspedes y Alvarito, hasta el escatológico y el sexual, tan vivo en la nueva comedia americana (aunque el trazo grueso, muy presente en Qué ratico más bueno, se ha suavizado). No faltan las referencias locales (colegios, institutos, bares, hospitales, discotecas...), tan jaleadas como los dardos a los centralismos, ni las generacionales (de Grease a esa sirena varada en El Zapillo que bien podría ser un cruce entre la Ariel de Disney yla Daryl Hannah de Splash).




Con una escenografía muy sencilla que saca partido de los recursos audiovisuales (se nota la incorporación al montaje de Kuver Producciones) y de un colorido vestuario, plagado de delirantes disfraces, la obra recupera personajes de la anterior entrega y juega su mejor baza con la guerra de tópicos entre madrileños y almerienses. Cada bando tiene su propio superhéroe, Madrineitor y Almeriman, quienes se batirán en un duelo final cuyo preámbulo, presentado con voz en off a lo Terminator, es interrumpido por una ya celebérrima publicidad en uno de los momentos más celebrados.




Las bromas con las ‘no campanadas’ de Canal Sur no fueron las únicas referencias a la actualidad en esta última representación: en una de las historias, un musulmán aparece leyendo el ejemplar de Charlie Hebdo que se ha publicado esta misma semana. 




Sin tregua
Las dos horas de duración de Veranico azul pasan como un suspiro, gracias a que apenas hay tregua en la sucesión de las piezas, sólo interrumpida por ocasionales números musicales a cargo de cuatro bailarinas. Como suele suceder en la recopilación de historias episódicas, no todas funcionan al mismo nivel aunque incluso las que menos conectan con el público consiguen mantener la sonrisa. Quizás se eche en falta, eso sí, algo más de desmadre en los minutos finales.




Como en las obras anteriores, Calavera, Céspedes, Alvarito, y Kikín están acompañados por una actriz que les da la réplica a sus personajes. Si en Mamocracia fue Rocío Alzueta y en el Ratico lo hizo Carmen Baldó, aquí es Nadia Torrijos quien brilla en diferentes roles en un ‘tour de force’ en el que lo mismo se marca un soliloquio que saca su lado más payaso. Aquí hay actriz, como ya está demostrando en el programa de Comedy Central Corto y cambio




Lo peor de Veranico azul, como de todos los veranos, es que llegue a su fin. Ver a Pepe Céspedes clavando al almeriense medio, a Kikín como académico del habla local, a Alvarito convertido en novia de un pijo madrileño y a Paco Calavera cantándole ‘Calorra guapa’, cual Frankie Valli con Frenchy en Grease, bien merecerían una reválida de septiembre para los rezagados.



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