Fernando Martínez López: “En una guerra se dan circunstancias extraordinarias que se prestan a la literatura”

Su última obra le ha valido el Premio de Novela Felipe Trigo y medirse con Antonio Muñoz Molina y Luis García Montero en la final del Premio Andalucía de la Crítica

Marta Rodríguez
14:38 • 26 ene. 2015

Tu nombre con tinta de café (Algaida, 2014) es la séptima novela de un escritor incansable, Fernando Martínez López (Jaén, 1966). Mañana miércoles 28 de enero, a las 20 horas, la dará a conocer en la Biblioteca Villaespesa de Almería de la mano del Centro Andaluz de las Letras y junto al poeta Aníbal García.




Tu nombre con tinta de café es una novela histórica ambientada en distintas épocas: los días previos al alzamiento nacional, la Guerra Civil y la dictadura. Este periodo sigue inspirando multitud de libros y películas. ¿Qué le llevó a decantarse por él? 
Probablemente muchos lectores piensen que es otro libro de la Guerra Civil, de la que se ha escrito tantísimo, aunque es cierto que la contienda aquí sólo ocupa una pequeña parte de la trama. Pero es que en una guerra se dan circunstancias extraordinarias que se prestan mucho a la literatura y que difícilmente se podrían vivir de otro modo. En esta novela la guerra es una excusa para explicar cómo se inicia una relación oscura entre dos personajes. Quizá sólo una guerra pueda proveernos de estos motivos. 




La trama se articula en torno a distintos personajes cuyas historias se van desarrollando a través de saltos en el tiempo. Una protagonista indiscutible es Blanca Darnell, una joven que inicia su carrera en el mundo de las letras. ¿Tiene algo de usted?
Hija de padre inglés, pelirroja y de tez pálida, Blanca Darnell no se parece físicamente a mí, aunque sí compartimos la ilusión con la que empieza cualquier escritor, las dificultades a la hora de publicar el primer libro y la satisfacción cuando se consigue que vea la luz. Ojalá yo alcance el éxito que ella tiene. También es un personaje que he querido ubicar en un sitio concreto, el Café Gijón, un lugar que siempre ha tenido algo de leyenda literaria por sus famosas tertulias de los años 50 y 60. Ahora está de capa caída. 




¿Cómo ha trabajado los saltos en el tiempo y a los personajes que habitan en cada trama?
Cuando escribo una novela, siempre me baso en una idea original. La de ésta viene de un relato que una vez terminado, supe que podía dar más de sí. Al inicio, me hago un esquema de los capítulos que tendrá la novela en función de lo que quiero contar. En estos me gusta alternar las historias. Los saltos temporales no me cuestan trabajo porque tampoco indico la fecha exacta. Prefiero que el lector adivine la época a través de datos secundarios. 




La Guerra Civil sigue siendo un tema tabú en muchas casas. ¿Se ha sentido condicionado a la hora de escribir su novela?
Cada familia habla de la guerra en función del bando en el que estuvo o le tocó, a veces por cuestiones de azar o por su propia ideología. Aunque parezca que puedo decantarme por uno de los bandos, he intentado tener cuidado al respecto y en el fondo critico a ambos. De hecho, hay una escena final donde la protagonista hace una reflexión sobre si lo que hizo esa persona que es tan importante para ella no estuvo mal también. Esa reflexión ha pretendido equilibrar la balanza. Hubo gente malvada y miserable y gente buena y solidaria entre los republicanos y entre los nacionales. 




¿Cómo se ha documentado para ambientar las distintas épocas?
Básicamente, a través de bibliografía. Conozco Madrid de visitarlo, pero me tenía que trasladar a una época pretérita. Tengo una enciclopedia, que en realidad es de mis padres, La historia se confiesa de Ricardo de la Cierva, que es muy partidista pero recrea bien el ambiente de la guerra y de la dictadura. Me fue de gran ayuda. Para hablar del Madrid de los 60, he contado con la ayuda de un amigo que reside en San José y que vivió aquella época allí siendo joven. 




¿Madrid es un personaje más en la historia?
Sí, Madrid es un personaje que cobra vida en la novela. También aparece Brighton. Siempre me dicen que escribo de Almería y sobre Almería y normalmente lo hago. Aquí también introduzco un guiño a esta tierra, ya que aparece brevemente San José. Es marca de la casa. 




¿Qué primeras impresiones le están llegado de los lectores?
La novela lleva poco tiempo en las librerías. Se hizo una primera edición en diciembre con motivo de la entrega del Premio Felipe Trigo y de esa he tenido bastantes lectores en Villanueva de la Serena, donde se entrega. Integrantes del jurado del Premio Andalucía de la Crítica me han dicho que les ha parecido extraordinaria. De mis novelas, ésta es por la que más halagos estoy recibiendo. 


Tu nombre con tinta de café le está dando grandes alegrías. Además del Felipe Trigo, ha llegado a la final del Premio Andalucía de la Crítica con pesos pesados como Antonio Muñoz Molina y Luis García Montero. ¿Qué sensaciones tiene?
Estoy asustado (risas). Cuando me enteré, se me salía el corazón del pecho. Hay escritores muy buenos y reconocidos. Algunos literariamente y otros superventas como Félix J. Palma. Está complicado, pero no pierdo la esperanza. Llegar a la final me puede ayudar a que más gente conozca el libro. 


¿Cómo vive el hecho de que algunos vayan por el carril rápido de la literatura mientras otros, como usted, siguen creyendo que esto es una carrera de fondo?
Escribir una novela ya es un mérito que hay que reconocer. El oficio del escritor conlleva muchas horas de soledad. Aunque a veces me sorprende la rapidez con la que algunos escriben. 


Los booktrailer están de moda. A usted le han hecho uno muy especial.
Sí, lo ha hecho mi hijo Mario, que tiene 16 años y es muy creativo. Bueno, mis dos hijos lo son. A Mario le encanta el cine y Fernando es un apasionado de las Olimpiadas. Tenemos que hacer una empresa artística (risas).


¿Y su próximo reto?
Tengo acabada una nueva novela. Transcurre en Almería y es de género negro. En ella recupero a la protagonista de Fresas amargas para siempre, pero la trama no tiene nada que ver. 


Vea el booktrailer de la última novela de Fernando Martínez López, obra de su hijo Mario Martínez.


 



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