Cuando mañana haga el paseíllo Torres Jerez en la Plaza de Almería no irá pensando en cada uno de los seis toros que le esperan en los chiqueros. Irá pensando en los seis juntos, porque él sabe que una gesta de esta magnitud no consiste en sacar partido a este u otro toro. Por muy diferentes que salgan, tendrá que poderles a todos y que estar bien o muy bien con cada uno de ellos.
El torero almeriense llegó ayer del campo, donde se ha puesto a punto para este reto, que es el mayor al que se enfrenta un matador de toros. Ha estado tentando y toreando a puerta cerrada para poder decir sobre la arena todo lo que lleva dentro, que es mucho. A las cinco en punto de la tarde, como en el poema de Federico, Francisco Torres Jerez está obligado a ser el héroe de su propia biografía, de su propia carrera torera.
Por eso, cuando le preguntan a quién le dedica esta gesta, responde con toda su sinceridad: “A mí mismo”. Y es verdad. Un torero le debe a su propio nombre una decisión tan torera y tan arriesgada como esta de encerrarse con seis ejemplares de distintos hierros a poner a prueba su corazón y su talento; para poner en juego su prestigio y su taleguilla a partes iguales.
El pasado mes de octubre, Torres Jerez volvía a Almería ayudándose con unas muletas tras la grave cogida que sufrió en la plaza peruana de Cajabamba. Un percance que con el que se le vino encima la parte más dura de su de cisión de torear en el país andino: ausencia de enfermería en la plaza e irregularidades en la asistencia médica que pudo convertir lo grave en irremediable. Pero de los Andes, volvió Torres Jerez con la ilusión y la bravura intactas. Mañana, cuatro meses después, se viste de torero en su tierra para contar, muletazo a muletazo, todo el toreo que le cabe en el pecho.
Torres Jerez tiene mucho que decirle a esta Plaza y a la afición almeriense, porque ha vivido la amarga experiencia, no exenta de rabia, de quedarse fuera de la feria de agosto sin ninguna razón que tuviera que ver con su toreo. Tantas veces se anunció como triunfó en el abono de la Virgen del Mar y ahora, en febrero, quiere dejar salir todo lo que lleva dentro, a la manera que los toreros deben hacerlo: toreando.
Madrid
Sin embargo, con ser mucho lo que se le ha quedado en el tintero para con Almería, Torres Jerez va a torear estos seis toros mirando para Madrid. Quiere dar el aldabonazo que necesitan todos los toreros para ponerse en el sitio adecuado y ha elegido la Plaza de su tierra. Quiere que esta corrida en solitario proyecte su torería por los cuatro puntos cardinales de la geografía taurina y, muy especialmente, el mensaje prenda en ese corazón, muchas veces ingrato, que es la Plaza de las Ventas, donde todo se pierde o se gana. Quiere Francisco salir triunfante de estos seis toros para darle la vuelta a la moneda de la fortuna y que su nombre no pase de largo esta temporada. Quiere, en suma, ser el dueño de su destino en los ruedos.
La decisión de anunciarse en solitario tiene, generalmente, dos significados posibles: o se trata de la conmemoración o se trata de una reivindicación que no puede expresarse de otro modo que no sea toreando. Este es el caso de Torres Jerez.
De ahí, que solo quepa esperar mañana una emocionante tarde de toros, con un solo torero que tendrá que ser capaz de decirlo todo en seis toros, de torear seis veces como si fuera la última.
La lidia
El orden de lidia es todavía provisional. Pero podría ser así: Torrealta, La Quinta, Julio de La Puerta (que sustituye a uno de Santiago Domecq por lesión), Adolfo Martín, Luis Algarra y Lagunajanda. El primero de Jandilla, el segundo de Santa Coloma y el tercero de Marques de Domecq. Y después, el cuarto de Albaserrada y el quinto y el sexto de Salvador y Juan Pedro Domecq respectivamente.
En el cartel figura como sobresaliente Jesús Almería, acompañado de Caro Gil y en la cuadrilla, tres subalternos de la tierra como son Antonio Sánchez, Antonio Olivencia y Antonio Márquez. En esta corrida se espera que se guarde un minuto de silencio a la memoria de Paco Urrutia, fallecido recientemente y que ha dejado recuerdo imborrable en la familia taurina almeriense por sus pasodobles, como el dedicado a la Plaza de Almería, y por su sensibilidad poética tan influida por el mundo del toro.
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