Mark Parascandola (Madison, Wisconsin, 1968) ha decidido rastrear el pasado de los suyos, de aquella familia de Alhabia que por los años 20 del siglo XX buscó en la emigración, como tantos otros almerienses, una vida mejor.
Allí, en la gran Nueva York, fueron abriéndose camino: allí se hizo Federico, el hijo de Raimundo Castellón y de la tan inteligente como valerosa Josefa Martínez, de un nombre en el mundo del arte; desde allí participó la familia en el activo apoyo a la República durante la Guerra Civil; allí siguieron progresando, con su tierra lejana en la cabeza.
Y a 1.500 kilómetros de Nueva York, cerca de Chicago y el lago Michigan, en Madison, capital de Wisconsin, tuvo en 1968 Elisa Castellón, sobrina de Federico, a su hijo Mark, hoy un reputado fotógrafo que ha emprendido la investigación artística de sus ancestros: la ideológica con su colección sobre la cárcel de Carabanchel, el gran símbolo del antifranquismo, y la telúrica con los dos trabajos que lo han traído a la tierra de sus antepasados, uno sobre La Chanca y otro sobre los paisajes del cine de nuestra tierra.
Mark, que ha publicado hace unos meses un espléndido libro con fotos y texto sobre el epílogo de la antigua cárcel de Carabanchel, ha estado unas semanas en Almería, trabajando intensamente en dos proyectos, en apariencia muy divergentes, que se antojan diálogo del artista consigo mismo: en uno, el de La Chanca, un barrio sólo posible en su mundo de acá, aísla las raíces de sus ancestros; en el otro, el de los paisajes de cine, coloca un puente entre sus dos mundos, el que fue plató que reproducía aquí, en Almería, paisajes y construcciones del lejano Oeste.
La Chanca
Habla de La Chanca con pasión: “Está resultando muy interesante el trabajo. De alguna manera une mis dos dedicaciones. Los epidemiólogos tenemos tendencia al estudio sociológico, al análisis de la sociedad. Siempre me han interesado las historias de las poblaciones y las cuestiones sociales. Fotografiar la arquitectura del barrio, que es lo que estoy haciendo, es fotografiar la historia del barrio. Está siendo muy interesante trabajar a la vez con las casas viejas y con las nuevas construcciones”.
Cree Mark que sigue siendo un barrio aislado la Chanca: “Yo sólo estoy de visita, y son impresiones lo que tengo, pero creo que la Avenida del Mar sigue siendo una frontera. Me sorprende mucho que haya tantos almerienses que no hayan ido a conocer el barrio, que se siga pensando que es un barrio peligroso. Yo he encontrado mucha amabilidad, y mucha curiosidad. Me preguntan a menudo por qué estoy haciendo un trabajo sobre el barrio”, y a todos les responde lo mismo, que le interesa la historia del barrio, que su madre es almeriense y que, por lo tanto, no es tan extranjero en nuestra tierra.
“En EEUU el paisaje de Almería es conocido”
Las localizaciones cinematográficas son el otro campo del actual trabajo como fotógrafo de Mark Parascandola. “Fue mi primer interés aquí, ver esa reproducción como plató de un mundo que conozco bien de los Estados Unidos. Allí el paisaje de Almería es muy conocido, por las películas. Almería, no, pero su paisaje sí”, sonríe Mark, que ha aceptado el reto de unir paisaje y nombre de ese paisaje, el de Almería, la tierra de sus ancestros.
Tiene ya hechas varias series de fotos sobre los poblados del Oeste y sobre enclaves naturales que sirvieron al cine como Cabo de Gata o Rodalquilar. Le gusta el paisaje desértico, aquel que nunca olvidó su tío abuelo el pintor Federico Castellón: “Él se fue muy joven, pero siempre conservó en la retina, en su imaginación, aquel paisaje desértico que tanto aparece en su obra”, recuerda Mark la pintura de aquel niño de Alhabia que se fue a los Estados Unidos y al que de bien joven apadrinó ni más ni menos que un tal Diego Rivera.
Y Mark Parascandola, el sobrino nieto del pintor, empieza a hablar de cómo fue asimilando la obra de su tío abuelo y de cómo el paisaje almeriense lo ha ayudado a ir comprendiéndolo más y más, de cómo ese paisaje ha ido ganándolo también a él, de cómo se ha hecho al final materia de su propia obra, telúrica materia que corre por las venas de su propia historia, la que se llama Federico, y Elisa, y Mark.
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