Acaba de recibir las notas. “Podrían ser mejores”, asegura. “Ha sacado dos nueves y todo lo demás, dieces”, apunta su madre. Ana Cazorla del Águila (Almería, 1999) ha terminado de forma brillante la ESO y ya mira hacia el Bachillerato. Sin embargo, el próximo curso no estará en el IES Alhamilla, como hasta ahora, sino en un instituto de Morden, una localidad de Manitoba, en Canadá. ¿El motivo? La joven ha recibido una de las doscientas becas que ofrece la Fundación Amancio Ortega para cursar Primero de Bachillerato en este país y en Estados Unidos.
Ana aún recuerda el “bonito 17 de marzo” en que recibió la noticia de que la beca era suya. “No me lo imaginaba”, confiesa. Para conseguirla tuvo que pasar un primer corte por renta y calificaciones (tener una nota media y de inglés igual o superior a 8 puntos) y dos pruebas más: un examen en inglés y una prueba oral también en este idioma. “Tenía que elegir un tema y hablé sobre el voluntariado: llevo en Cruz Roja desde Navidad”.
La beca abarca todo el curso en el instituto (la matrícula está valorada en 13.000 dólares canadienses) y la estancia en casa de una familia (unos 700 dólares al mes). “Lo más importante es que tienen perro”, dice divertida.
Fue Isabel, su madre, quien se enteró de la existencia de las ayudas que ofrece a través de su fundación el dueño de Zara. “Antes lo intentó Isa, su hermana, aunque no pasó el primer corte. Entonces sólo había cien plazas para Canadá; si no, también la hubiera conseguido. Mi marido es celador, tenemos tres hijos [el menor se llama José Miguel], así que hay que estar pendientes de oportunidades como éstas, que premian la política del esfuerzo y permiten que tengan acceso a oportunidades que no podríamos costear de otra forma”, cuenta esta profesora de informática de la Universidad de Almería.
Ana ya está estudiando cómo será el lugar en el que vivirá durante el próximo curso. “Una de las cosas que he mirado es si había sede de Cruz Roja: estoy muy implicada. Y aunque sueñe extraño, allí la actividad voluntaria es algo obligatorio en las aulas”, detalla.
Además del voluntariado (“es algo que te permite mejorar también habilidades sociales”), a la joven, que se confiesa “un poquito friqui” y ha practicado natación y kendo, le encantan los idiomas: estudia inglés desde los cinco años, ahora quiere empezar con el francés y después con el árabe. “Ha aprendido en una academia tradicional con profesores españoles. Los nativos funcionan pero si no lo son y son voluntariosos se puede llegar muy lejos”, explica Isabel.
La madre de Ana es además una gran defensora de la educación pública. “Fueron al colegio del barrio, el Luis Siret, y ahora al Alhamilla. Han tenido profesores y compañeros de todo tipo y eso también es importante para su formación”.
Ana, a quien le gustaría estudiar un doble Grado en Física y Matemáticas, cree que la mejor lección que ha aprendido hasta ahora es que no hay que desistir en los objetivos. “Aunque no estés seguro, hay que intentarlo”, defiende.
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