Todos esperábamos más de Pipo Goro. Cuando vi los goles que metía en su época de jugador y consulté sus números en el Xerez me dije aquello de: “éste nos salva”.
Yo pensaba que iba a poner orden en el vestuario con todo su equipo de ayudantes y sentaría al que se lo mereciera y no le temblaría la mano a la hora de tomar las decisiones.
Dijo que “la verdad está en la cancha” y lo llevaba por buen camino hasta que se enredó en eso de contentar a todo el mundo con unas listas de convocados propias de una ruleta.
Jugadores que lo hacían bien se perdían del once y desaparecidos en combate los hacía titulares. Ha sido como un querer contentar a todo el mundo haciendo cosas que el mismísimo Carrillo hubiera firmado. Goro no fue Goro.
No ha sabido aplicar a tiempo la cirugía láser. Empezó acertando con el diagnóstico, pero no se ha atrevido con el bisturí. No ha sabido cortar por lo sano y se ha limitado a ir a la Farmacia Bola Azul (abierta 24 horas) y pedir una aspirina para el dolor de cabeza.
Goro ha terminado entregando el plato y la cuchara. No ha cruzado la línea y ha optado por mantener al enfermo sin zanjar el mal. Sabe lo que pasa, pero no quiere que se le quede el paciente en la mesa de operaciones.
Lo peor es que al final el paciente le ha pegado la enfermedad al médico y así vamos. Seguro que todos estarán más contentos en el vestuario con Goro pero en la clasificación no se nota. Goro se la está jugando.
Los que estaban felices ahora están quemados y los quemados están más contentos en una terapia de grupo, no de choque, para levantar al enfermo.
Me parece que el equipo está para ingresarlo por Urgencias y no para tomar una simple aspirina.
Seguimos en lista de espera.
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