La Rojita, a la Euro de 2017

España 0 Austria 0 en el Carlos Belmonte

Celebración en el vestuario de la Sub-21.
Celebración en el vestuario de la Sub-21.
AS
21:01 • 15 nov. 2016

La Rojita estará en la Euro tras otro ejercicio de agonía, nervios e incertidumbre en Albacete que terminó con final feliz por lo hecho en la ida, pues el gol marcado en Austria por Deulofeu acabó siendo decisivo. La tensión y la falta de puntería atenazaron a un conjunto que no llegó a sufrir por el pase, aunque en el ambiente sobrevolará tal posibilidad.




España salió con la idea de defender su botín más que de aumentarlo. Hasta la alineación de Celades lo reflejó. Saúl adelantó líneas para que por detrás entrara Merino, un doble blindaje que sirvió de coraza sobre todo en las jugadas a balón parado contrarias. Arriba la presencia de Mayoral en vez de Williams –o Munir- aportó ímpetu, aunque el mismo poco acierto. Pocas veces en estos últimos años una Selección Española tuvo más centímetros que talento.




En líneas generales el tembleque fue generalizado, del primero al último. Jugarse la Eurocopa a una carta comprimió las ideas y las piernas de los españoles. Así, Austria se empezó a sentir importante, partícipe. Con un Schaub correoso por la derecha y un Gregoritsch potente en punta, los austriacos aprovecharon para sacudir cuanto pudieron a una España cogida con pinzas. Sólo Vallejo, perfecto de nuevo, daba la sensación de tener piernas como columnas de mármol. En ataque apenas hubo noticias más allá de un penalti por mano de Mwene que el árbitro no concedió, pese a que el centro del Gayá golpeó en su brazo.




Ni Denis Suárez ni Óliver eran protagonistas, más bien Saúl con sus arrancadas de fuerza y Merino por una dura entrada que le pudo costar la roja. Una antítesis de España. Un equipo comprimido. Un grupo de excelentes jugadores que no tenía claro si ser fiel a sí mismo o dedicarse a defender la ventaja que traía de la ida, por exigua que fuera. El descanso les sirvió para decantarse, pues después de un primer tiempo discretísimo sí se vio la mejor versión española.




A lomos de un Saúl incombustible, generoso, líder, La Rojita se estiró y pasó a jugar en campo contrario como acostumbra. Surgieron entonces ocasiones con las que al menos sacudirse algo los nervios. Deulofeu, tan genial como inesperado, hizo una jugada de ensueño que pudo ser el primero, como un cabezazo posterior de Merino en un córner. El mediocentro navarro del Dortmund cuajó un segundo tiempo inmenso, en el límite de la expulsión por su amarilla y sin embargo víctima de un manotazo que mandó a la calle a Schopf.




Ni con eso ni con un gol clamoroso marrado por Mayoral, más otro de Deulofeu casi al final, pudo respirar tranquila La Rojita, ya con Asensio en el campo en los últimos minutos en lugar de Óliver. Era día para el sufrimiento, para el aprendizaje, para la confirmación de que una Eurocopa se pelea desde el primer día al último, sea en fase de clasificación o en la final, sea en Albacete o en cualquier rincón de Europa. En uno de ellos, Polonia, jugará España una Euro a la que costó sangre, sudor y lágrimas clasificarse, pero que por fin ya tiene reservado su hueco para este equipo. No era para menos.






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