No tengo claro si habrá pero sí que no hubo jamás en la historia de este club un entrenador más querido. Ni el mismísimo Casuco ha sido capaz de gozar de tanta simpatía de la grada.
Es Francisco Rodríguez Vílchez un profeta en su tierra. Un jugador que dejó huella y un técnico valiente que supo estar cuando su club le llamó.
Éste almeriense logró convencer al presidente del mejor de los caminos y Alfonso le dio tanto margen como éxito posterior. Con Francisco el Almería salía enchufado con la grada y los aficionados se entregaban.
Las derrotas de Francisco eran nuestras derrotas y las victorias se celebraban con locura. Conectaba con la grada y los pitos quedaban aparcados por malos que fueran los tiempos.
Hoy podía estar en el banquillo del Almería pero una goleada en Eibar acabó de un plumazo con su estrella. Soriano estaba allí y hasta marcó un gol en Ipurua.
Ahora que ha vuelto a los banquillos volverá a sentirse hombre de fútbol. Volverá a ser un niño. Llevará a su abuelo con él como cuando éste le llevaba a Las Chocillas a entrenar.
Francisco lleva un poco de todos nosotros porque le vimos crecer y aplaudimos su gloria. Nunca pasó inadvertido y se notaba desde niño que tenía fútbol.
Almería se alegra de los éxitos de Francisco como siente que Salmerón esté en el paro. Pero podemos llorar con un ojo ya que sale un almeriense y entra otro.
No debemos de olvidar que Francisco aprendió mucho de Salmerón y éste le ayudó a crecer cuando estaba sin equipo y se lo llevaba a entrenar con el filial.
Mucha suerte para el entrenador más querido en Almería. Una suerte que será la misma que deseamos a Ortega. Otro Francisco: tan sencillo como ganador.
La huella de Francisco es enorme.
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