“El fútbol es un juego, reglamentado, en el que se enfrentan dos equipos y gana el que más veces introduce el balón en la puerta contraria, de forma válida, lógicamente”.
Para conseguirlo, los jugadores forman dos entidades que se enfrentan en una relación antagónica de ataque/defensa. El ataque tiene tres fases: Avance, que es llevar el balón hasta delante de la última línea contraria. Ruptura, que es la forma de romper esa línea contraria, poniendo el balón a su espalda para consumar la última fase: El tiro a gol o definición. Habiendo un contrario antagónico, que pretende tu fallo, hemos de entender que esto es difícil y complejo; sin embargo, la táctica te da herramientas suficientes para conseguirlo, lo imprescindible es que el entrenador las domine y las practique con su equipo lo suficiente hasta llegar a automatizarlas.
Mientras estamos en ataque, cuando menos lo esperes vamos a perder el balón, y entonces el que ataca es el contrario; si no teníamos previsto esa pérdida, el rival se puede aprovechar de nuestro desorden y hacernos daño. Todo esto se salva con lo que llamamos “comunicación praxémica”, que se define como que “la decisión que toma el jugador con balón, exige un protocolo de actuación en el resto”, de esta forma, siempre tendremos el campo racionalmente ocupado y no temeremos a la perdida de balón, solo tendremos que preocuparnos de volverlo a recuperar.
Aquí quería yo llegar,…¿verdad que cuando el jugador sepa lo que tiene que hacer en cada momento, lo hará? ¡Me da mucho coraje cuando oigo hablar de que este o aquel futbolista es bueno pero no trabaja!
En ese ambiente, complejo y difícil, se aprecia mucho al jugador técnicamente bueno y que toma buenas decisiones, por esto… ¡“dame jugadores con calidad, que ya les haré trabajar yo”!
Desde esta parte del mundo, por el bien de nuestro deporte rey.
Martín Doblado
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