"Algún día, pronto, ganarás este trofeo". Es lo que le dijo Serena Williams en julio de 2015, hace dos años, a Garbiñe Muguruza mientras rodeaba con su poderoso brazo de ébano la cintura de la que sabía que sería su heredera en el All England Club. El momento ha llegado. El futuro está aquí. Garbiñe Muguruza es ya, con sólo 23 años, campeona del torneo que todo tenista quisiera poseer. Y lo consiguió después de cerrar la puerta a Venus, a un presente que ya vira hacia el pasado con 37 años, y acabó rindiéndola por 7-5 y 6-0 en 1h:17
Desde el Royal Box, leyendas como Martina Navratilova, Billie Jean King o Arantxa Sánchez Vicario asistieron al bombardeo, al pim-pam-pum del nuevo tenis en el que la española nacida en Caracas se siente cómoda. Y vieron cómo Garbiñe conseguía el segundo Grand Slam de su carrera. El año pasado tomó París y ganó Roland Garros con Serena enfrente. Un año después, y un poco por sorpresa pues su temporada no invitaba al optimismo, rindió a la hermana mayor, Venus, en Londres. En los toros se dice que hay toreros de plazas grandes, que se gustan en los grandes escenarios. Si Garbiñe se vistiera de luces en vez de de Stella McCartney estaría en ese grupo. Y la Centre Court del All England es la mejor plaza del mundo. Templó los nervios y disfrutó.
Catorce años separaban a las dos. Una tonelada de experiencia. Siete Grand Slams del lado de la americana (cinco Wimbledon y dos US Open), pero el último databa de 2008. En enero, y tras superar un síndrome que afectaba a sus articulaciones y le hizo bajar al puesto 103 del ránking, resucitó y llegó a la final de Australia, que perdió contra su hermana. Comenzó firme, segura en su saque. Pero a medida que el partido avanzó y Garbiñe leyó los servicios para alargar los intercambios, todo cambió. Mugu, la chica que escucha a Miley Cyrus pero le pega más el Rock 'N' Roll Star de Oasis, salvó dos bolas de set con 4-5 y se lanzó a la yugular. Rompió en el siguiente juego y se desató el vendaval: 7-5.
Y desde ahí, nueve juegos seguidos hasta el 6-0. Desatada y triunfal mientras Conchita Martínez, la última y única campeona femenina española allá por 1994, aplaudía. La oscense ocupó eventualmente el puesto del técnico Sam Sumyk, que iba a ser padre, y el tándem ha funcionado. Le ha transmitido paz y Garbiñe ya es campeona del mejor torneo del mundo. El futuro ya está aquí.
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