Almeriense de categoría

Diego Gutiérrez era un modelo a seguir

Diego Gutiérrez en la redacción de LA VOZ.
Diego Gutiérrez en la redacción de LA VOZ.
Tony Fernández
01:00 • 15 feb. 2018

No hace falta que les diga que era del Almería (como todos nosotros) y que sentía los colores rojiblancos como amaba a su Almería. Le conozco de toda la vida y cuando le ví por televisión ganando un concurso nacional me emocioné y subí su categoría a vecino grande.




Sus conocimientos eran infinitos y su capacidad de enseñar a los alumnos iba más lejos de una simple lección. Los conocía a todos y se preocupaba por ellos. Puro Diego.




Nos pasamos media vida de saludos por nuestro Barrio de Los Ángeles hablando a distancia (a voces limpias) como lo hacemos en mi barrio.




Cuando venía a la Cadena SER siempre se paraba en la mesa de deportes “qué, como va el Almería”, y luego a la radio como después a la televisión cuando coincidíamos en maquillaje. Siempre dando lecciones.




Con el tiempo Diego Gutiérrez fue profesor de mi hijo Carlos y en la entrega de bandas nos hicimos una foto juntos porque a Diego le gustaba el contacto con la gente y yo era gente de toda la vida en su barrio.




Recuerdo los nervios cuando se casaba su hija y los buenos consejos que iba repartiendo allá por donde iba. Siempre con una sonrisa. Era feliz y dicharachero. Un gran profesor que amaba su profesión.




Me dio una profunda pena saber que se ha marchado a los 62 años, ahora que empezaba a ver la vida desde la azotea o desde el ‘terrao’ de la sabiduría. Menudo abuelo se perderán sus nietos. Qué pena más grande.




Siento no poder darle un beso a su viuda y a sus hijos porque no los conozco. En el barrio de Los Ángeles todos nos saludamos pero no nos conocemos. A Diego le pasaría lo mismo con los míos. Somos así.


Siempre he tenido claro que los almerienses somos buena gente, pero Diego subía ese escalón que lo ponía en el estado de almeriense de categoría.


Jamás sacó pecho de todo lo que era y tenía: pura filosofía del barrio donde la humildad manda.


Siempre nos despedíamos con un “a ver si nos vemos” y así un día y otro día.


Por los siglos de los siglos. Amén.


Que Dios te bendiga.



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