El pasado miércoles, invitado por el Sr. Muñoz, asistí a la presentación de la XXXII Clásica Ciclista de Almería, en el singular Patio de Luces de la Excma. Diputación, durante la brillante presentación del evento deportivo, el más importante de los que tradicionalmente se celebran en nuestra provincia, no pude por menos recordar el encuentro, allá por el año 1958, con mi tío José Beltrán, en su domicilio de la Colonia Carné del pueblo catalán de Castelgalí.
Eran las Navidades de aquel año, cuando al calor de una vieja chimenea, mi tío, que al cerrar la mina del azufre de La Partala, se vio obligado a emigrar a Cataluña, como la mayoría de sus compañeros de trabajo. Se interesaba, vivamente, por determinados establecimientos comerciales de la Capital, ¿siguen abiertos los comercios de venta de bicicletas: Casa Ciclista Gutiérrez, Manuel Mateos y López?, preguntaba con un inconfundible brillo en sus ojos.
De forma pausada, trataba de recordar sus tiempos de aficionado al ciclismo, cuando en la década de los años treinta, participaba en las pruebas ciclistas que, promovidas y financiadas por estas Casas Comerciales, se celebraban en el circuito del Parque Alfonso XIII y aquellas otras en línea a Gádor, Tabernas, Nijar, Venta de los Castaños, Instinción, Adra, Berja… de ida y regreso.
Recordaba la confianza depositada por el Sr. Gutiérrez, entregándole para su pago, en cómodos plazos, de una bicicleta de carrera con sus respectivos complementos, tales como: pareja de neumáticos, bombín y un sonoro timbre.
Me mostraba una foto donde, con un modesto calzón, una camiseta interior de manga larga y unas frágiles alpargatas, asido al manillar de la maquina, lucia la figura del tubular de repuesto, en forma de ocho, sobre sus espaldas. Lastima de no disponer de tan significado soporte gráfico, que ponía de manifiesto las grandes ausencias, contra las que luchaban de aquellos jóvenes, de las décadas de los años veinte y treinta, que hacían del ciclismo el deporte de su preferencia.
Mientras atizaba con frecuencia las ascuas de la candela, recordando aquellos tiempos jóvenes vividos en su añorado pueblo de Benahadux, mientras que, de sus ojos brotaban minúsculas lágrimas que se deslizaban por su rostro. Sus constantes desplazamientos a la Capital y pueblos de su entorno, durante los días de descanso, tras el duro trabajo de la mina, servían como gratificante bálsamo para su entrenamiento y puesta a punto.
Cuando la pasada noche se presentaba tan extraordinario evento ciclista, despertaba de mis sueños, con el deseo de poder establecer contacto con aquel joven aficionado, comunicándole que, el próximo domingo día 17, sobre las cuatro de la tarde, sintonice Televisión Española para que visualice, desde el cielo, los últimos kilómetros de la actividad ciclista más importante de las celebradas en España la Clásica Ciclista de Almería, que va por ti y por cuantos hicieron de los valores del deporte del ciclismo un modo de vida.
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