Con motivo del homenaje a Paco Andújar, se daban cita en la Carpa del Restaurante Aniceto del Club Natación tres leyendas del balompié almeriense. Hombres de la desaparecida Agrupación Deportiva Almería.
Cada uno tiene una historia que contar y todos una camiseta y un escudo que llevan grabado a fuego. Antonio Ramón llegó del Real Madrid, Camacho nacía de la cantera y Gregorio firmó contrato en tiempos del Estadio de la Falange, llegando como goleador consagrado desde el Real Granada, de Cándido Gómez, ‘Candy’.
Hablar con ellos es viajar en el tiempo y saber cómo un niño de La Cañada que llevaba tres años y medio en el Real Madrid hizo las maletas y se vino a la Feria de Almería desde Mérida, porque no quería jugar cedido allí y sí defender a su tierra. Lo de Camacho fue natural y Gregorio firmó el contrato de su vida con el Almería.
Antonio Ramón
En el orden de la foto, la vida y la obra de Antonio Ramón fue meteórica. Pasó de su barrio de La Cañada al Estadio de La Falange para entrenar con el Almería y de aquí a la cantera del Real Madrid, donde creció y maduró como futbolista. Antonio siempre habló claro, tanto, que no le importó pedir la baja en el Real Madrid por no atender su petición de venir cedido al Almería.
Ramón hizo las maletas, se vino sin equipo, y le contrataron con la temporada en marcha para un Almería entrenador por Vicente Dauder, que tenía el once listo y los aficionados se lo sabían de carrerilla. No le importó esperar y pasó en la entidad rojiblanca unos años maravillosos hasta alcanzar la Primera División. Allí coincidió con los también míticos Camacho y Gregorio.
Agustín Camacho
Su vida y su obra se tiñe de rojiblanco, porque saltó del juvenil al primer equipo disfrutando de los mejores años de fútbol en esta ciudad. De un balompié de artesanía, donde Agustín explotó y se puso la Primera por sombrero y hasta el mismísimo Barça se enamoró de su juego y la Selección Española Sub-21 se lo llevó a Japón.
Fue Camacho un ejemplo para miles de futbolistas canteranos de nuestra provincia que le tenían como referente. Pudo llegar más lejos, pero eso forma parte de otra historia que les prometo contar en LA VOZ. Agustín Camacho Bayo vive hoy alejado del mundo, y disfrutando en la localidad de Alhabia de otros placeres, tales como enseñar a los niños todo lo que le enseñaron a él de pequeño.
Gregorio Mollejo
Lo de Gregorio no tiene nombre, porque vino como goleador y se infló de meter con los pases magistrales “del Chiquitillo”, como siempre llamó cariñosamente a Juan Rojas. Él siempre ha tenido claro que no firmó un contrato con el Almería, lo hizo con la ciudad de Almería en la que reside y ha sido feliz siempre.
Su forma de ser le hizo conectar con la afición y ahora retirado no duda en reunirse con los amigos de antes y hablar de fútbol y de goles que era lo que mejor sabía hacer.
Madrileño de nacimiento y almeriense de alma era el que mandaba en el área y ponía firmes a los defensa centrales de aquellos tiempos, más parecidos a armarios roperos que a jugadores de fútbol.
Estos tres señores que están tocando los sesenta, siguen encendiendo la mirada cuando le hablas del Almería, porque llevan el escudo grabado a fuego en su corazón. Ellos son el Almería.
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