El reglamento dice que una hora antes de que dé comienzo el partido se inicia todo el protocolo previo, perfectamente medido en tiempo y forma. Es justo cuando por la boca de acceso a vestuarios asoman los jugadores, que de modo distendido dan rienda suelta a una parte ‘divertida’ del calentamiento, ello tras saludar y charlar con los ‘amigos’ adversarios. Es el único momento en el que no hay uno y otro lado de la red para nadie, esos minutos en los que quienes han coincidido antes, habiendo sido compañeros o de equipo o de selección, se desean suerte y bromean, dando a este deporte esa magia de gran familia que lo caracteriza. En una esquina, fuera de los ‘confines’ de la pista de juego, le pone ‘banda sonora’ a la escena el speaker del Moisés Ruiz, el que desde esa hora antes del inicio hace que suene la música y que recibe a la afición conforme se realiza la apertura de puertas del recinto.
Decir Eduardo Alías es nombrar a todo un histórico, recuperado para la causa verde desde hace una temporada y media. En el recuerdo de los aficionados ‘añejos’ del club están sus actuaciones en el Rafael Florido, y ahora pueden volver a disfrutar de su particular modo de animación: “El principio de la cuarentena comenzó con la incertidumbre de cómo se iba a celebrar el próximo partido, sin público, decían, pero yo me siento el ‘eslabón directo’ entre jugadores y público durante los partidos y sin uno de ellos, me sentía huérfano”. Claro, lo de después fue peor: “Vino el parón de todo y, la verdad, raro, muy raro; estos dos meses he echado mucho de menos los sábados por la tarde animando a mis ‘niños de verde’, como les llamo durante los encuentros, sin poder ver a los aficionados pasarlo bien y disfrutar cada quince días en el pabellón”. Edu vibra y hace vibrar con su condición de melómano y locutor.
Eso sí, quien lo conoce sabe su modo valiente de afrontar la vida, y por eso no es de extrañar su predisposición a ser optimista: “Me gusta ver el lado positivo de las cosas, y durante estos dos meses me ha gustado seguir unido a mi club gracias a las redes sociales”. Gracias a ellas destaca que “hay dos momentos especiales de estos dos meses, el aniversario de aquella primera Copa del Rey en El Ejido, donde mi garganta y Unicaja Almería ya estaban unidos, y la conexión con el público, a lo que añado que la casualidad me llevó a hablar con una de esas ‘camisetas verdes’ que van a los particos a gritar y animar, y sus palabras y elogios me hicieron sentir especial, más verde, más la parte ruidosa del equipo”. No es la primera vez que se le reconoce, y tiene guardada en su corazón la referida Copa que abrió la historia.
En ese sentido, confiesa que recuerda “hasta dónde estaba situado en el pabellón ejidense, con el gran Moisés Ruiz cerca, preocupado de que sonora perfectamente el equipo de megafonía y haciendo que me sintiera cómodo en aquella situación, siendo yo muy joven y pasándomelo muy bien; años más tarde el delegado del otro equipo me reprochaba que ya tuve mucha ‘culpa’ de la victoria, ‘los que juegan son ellos’, le respondí con mi orgullo muy alto de saber que mi misión estaba cumplida, y que es algo más que poner música en los huecos del partido”. Eso es lo que desea hacer de nuevo: “Ahora, esperando volver a ‘abrazar’ con mi voz al equipo y a todos los almerienses que cada sábado nos hacen gozar, y que esa mezcla funcione para poder conseguir otra nueva Superliga a nuestro palmarés”. Da un “gracias al club”, al que espera “ver en acción cuanto antes”.
En las labores de acceso al pabellón actúa con diligencia Soledad Morales, que se encarga de ordenar la entrada del público bien en taquilla o bien en el control de los grupos en su recogida de entradas: “Se echa de menos el ambiente de voleibol, de partido, la gente que viene y llena el pabellón; cuando llegan momentos importantes, como Europa, con tanta gente que viene, o como lo que nos ha faltado este año, los playoffs”. Cuanto más trabajo tiene, más feliz se siente: “Me encanta ver el pabellón lleno de gente que apoya a este deporte y que, sobre todo, apoya a nuestro equipo, que es el mejor”. Todo esto lo valora en medio de un aluvión de sentimientos, una vez que ha recibido infinitas muestras de cariño al conocerse su lucha en primera línea frente a la COVID-19: “No me esperaba que fuese a tener tanta repercusión la nota de prensa, incluso dándola a conocer también la Federación Española, y me llegaron tantas muestras de cariño y apoyo que me enorgullece ver cómo la gente está valorando nuestro gran esfuerzo, sabiendo que pueden venir tiempos difíciles”.
Sole no puede evitarlo, “todo lo que hago, lo hago de corazón”, confiesa, “y espero seguir haciéndolo durante mucho tiempo”, añade, referido a “seguir cuidando de la sociedad y que acabemos entre todos con el bicho”. Le parece fundamental que no se olvide que la lucha sigue: “Tenemos mucho trabajo desde que la situación se va estabilizando y el hospital está volviendo a la normalidad, por lo que estoy yendo al cabo de la semana bastantes veces, pero sin dejar de lado el deporte y los estudios”. También estudia su buena amiga, igualmente colaboradora del club, Magalí Posse, con la que comparte la misión de la puerta del Moisés Ruiz: “Si defino mi vida a día de hoy, lo hago en dos palabras, ¡sin parar!; estoy terminando la carrera de CCAFD en la Universidad de Almería y la mayor parte del tiempo ha sido destinada a realizar trabajos y estudiar; pero por otro lado, he tenido la suerte de que desde el comienzo del confinamiento sigo entrenando a mis niñas de gimnasia, así que he llevado un encierro entretenido, con ciertas limitaciones y mucho más tiempo”.
Magalí hace la comparativa, “antes de decretar el estado de alarma por la COVID-19, mi día a día era una rutina constante”, pero añade la ilusión del voleibol que en esta situación no puede tener: “Al llegar el sábado, era un día diferente al resto, por supuesto; tener la oportunidad de asistir a los partidos y, sobre todo, poder aportar mi granito de arena en la organización ha sido una experiencia muy buena, por lo que se echan de menos esos ratos donde nos juntábamos y entre todos vivíamos el vóley almeriense con mucha ilusión y nerviosismo”. Lo tiene claro, y predica con el ejemplo sobre esas otras maneras de sentir y de hacer voleibol: “También, me ha servido como una vía de escape a mi día a día, ya que no solo ha sido solo trabajar, sino que he podido conocer y socializar con mucha gente”.
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