Ha muerto Ufarte, futbolista total que tocó la gloria con el mejor Almería y que después supo reconvertirse en jornalero del fútbol cuando llegaron los años difíciles. Ha muerto joven, después de estar peleando varios años con un cáncer que ha terminado derrotándolo. Su fallecimiento ha causado una honda consternación ya que se trataba de un personaje muy popular con una amplia agenda de amigos que fue conquistando a lo largo de toda una vida dedicada al fútbol.
Ufarte era el más alto, el que sobresalía en las fotografías, con su cara de niño que había venido del pueblo con la ilusión de jugar en el equipo de su tierra, en aquellos años setenta cuando empezó a tejerse la gloria vertiginosa de un club efímero. Natural de el Marchal de Enix, Ufarte destacó pronto en categorías inferiores gracias a su talla (siendo juvenil ya rozaba el metro noventa) y a la potencia de su disparo. Jugó en el Parador y después en el Aguadulce, club al que pertenecía cuando Florencio Amarilla, que entonces entrenaba al Almería juvenil, recomendó si fichaje. Pronto destacó en los juveniles y antes de cumplir la mayoría de edad ya se entrenaba con el primer equipo.
La primera oportunidad le llegó en la temporada 73-74, cuando el entrenador Ben Barek lo hizo debutar en el campo del Marbella. Ufarte vivió esa gran temporada en la que el equipo estuvo a punto de conseguir el ascenso a Primera División, y que terminó con la promoción ante el Córdoba, perdida en el estadio de la Falange. También estuvo en el Almería del caso Tarrasa, cuando dos años después de la frustración ante el Córdoba, el equipo volvió a quedarse sin ascenso al ser eliminado en los despachos por el caso Hierro, de tan triste recuerdo.
Ufarte era ya un jugador consolidado en el primer equipo. Tenía altura, tenía fuerza en el disparo y le gustaba salir con el balón jugado desde atrás, una característica que en aquel tiempo era esencial para poder actuar de libre. Entonces los equipos jugaban con dos centrales como ahora, pero a uno de ellos se le llamaba libre porque era el encargado de enlazar con la media, casi un centrocampista infiltrado. Tuvo también el privilegio de vivir los primeros años en el campo Franco Navarro, que fueron vertiginosos. El nivel de aquel Almería en Tercera era comparable con el de cualquier equipo que hoy compita en Segunda. La competencia era muy dura, sobre todo para un muchado que venía de la cantera y que siempre, a la vista de los entrenadores, tenía que estar demostrando que había dejado de ser un juvenil. Tuvo que ganarse el puesto con centrales como Pino y Mantecón y acabó por buscar fuera los minutos que no encontraba en casa.
Inició una larga aventura defendiendo la camiseta del Úbeda, del Melilla, del Manchego y del Orihuela. Cuando regresó el sueño de aquel gran Almería de Primera se había desvanecido. La pésima gestión económica de sus dirigentes llevó al club a la desaparición, cerrando una nueva etapa en el fútbol almeriense. A comienzos de los años ochenta Antonio Ufarte formó parte de la plantilla del Poli Almería que había puesto en marcha José Meca. También vistió la camiseta del Poli Ejido y acabó su carrera donde la empezó, en el Parador.
Cuando dejó la profesión siguió vinculado al fútbol como vocación. Ufarte fue un jugador que amó el fútbol en un tiempo en el que la mayoría de los niños que querían ser futbolistas tenían que hacerlo a escondidas de los padres, empeñados entonces en que los hijos estudiaran o aprendieran un oficio de provecho. A pesar de las adversidades, Ufarte jugó al fútbol como esa ilusión infantil que mantuvo hasta cuando en los últimos tiempos echaba un rato los fines de semana con los veteranos.
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