En cada país del mundo se está viviendo de una manera distinta, por mucho que se haya asumido como un problema global que afecta a toda la humanidad. En el caso concreto de Javier Ernesto Jiménez Scull, tras salir de Estonia y regresar a su Cuba natal, junto a su familia, ya había visto muy de cerca al coronavirus, tanto como que se contagió simplemente por hacer su trabajo, y le restaba posiblemente el encierro más duro que haya tenido que vivir ningún jugador de la actual Superliga. Sí, se ha tardado más de lo deseado en poder tenerlo en Almería, pero se ha logrado, y este receptor internacional y olímpico en los últimos Juegos disputados llega con muchas más ganas que nunca por todo lo que ha tenido que pasar y por devolverle a Unicaja la confianza que ha depositado en él.
Tras sus primeras horas en la ciudad ya lo dejó claro, “finalmente pude llegar y tengo muchas ganas, porque, honestamente, la situación en Cuba es muy compleja y ya extrañaba de más este deporte y las sensaciones de poder estar en el equipo, poder jugar, tocar pelota, la convivencia, que eso es muy bonita, y estoy muy ansioso por poder compartir con los muchachos y todo lo que conlleva la temporada”, de manera literal. Lo había pasado mal estando a más de 7.500 kilómetros sin poder estar con los demás: “Es una situación muy difícil, porque uno lo que siente es impotencia por no poder estar y uno quiere ayudar, pero al estar en la distancia es algo muy similar a cuando uno está lesionado o limitado, que quiere jugar, pero no puede”. También le ha tocado vivirlo, con su ‘5’ a la espalda, pero sin poder salir a pista en el Centro Insular de Las Palmas de Gran Canaria.
Todo ello solo acrecienta su motivación, pero es demasiado inteligente como para darse a la precipitación, y más con la experiencia que atesora: “Debemos ir poco a poco, porque, honestamente, el Javier que jugó acá, ahora mismo no esta presente, seis meses de confinamiento, sin tocar un balón… tengo que trabajar, ponerme en correspondencia con el equipo y ahora mismo es mejor gatear como un niño para después caminar y después correr; vamos a hacer las cosas poco a poco para no tener que lamentar un inconveniente que sea peor más tarde”. De ver los partidos por YouTube ha pasado a vivirlo pisando cancha, de no poder ayudar, ha pasado a “por lo menos dar un consejo al compañero”, más su aportación al entrenamiento diario. Todo ha sido posible por la diligencia del club: “Hubo problemas inicialmente, pero una vez solucionados se gestionó un pasaje lo más veloz posible”.
Vía Francia, horas de tránsito allí, después a Madrid, con noche en la capital, y ya, por fin, el domingo anterior aterrizó. Han pasado suficientes días para adaptarse al cambio horario y ya está acomodado: “He cumplido el proceso de aclimatación y he comenzado a recuperar la forma física, al no poder hacer pretemporada, con buenas sensaciones, valoración positiva de los entrenamientos al poder volver a tocar balón y sentirme muy bien en sentido general”. Eso sí, el partido “dejó un mal sabor porque las derrotas siempre duelen y nosotros entrenamos para ganar, pero creo que solo nos faltó un poco más de determinación en los momentos cruciales, porque se llegó parejos a los puntos finales los dos primeros sets y, sin embargo, ahí es donde se marcó la diferencia; por tanto, hay que trabajar más en los cierres de los partidos y tener más deseo, porque las diferencias estuvieron ahí”.
Javier Jiménez, aunque no sería ni necesario recordarlo, lo hace, para que se tome nota: “La temporada recién se inicia y tenemos mucho margen de trabajo ahí que tenemos que realizar, para mostrar en la próxima jornada, ir ganando en confianza e ir hacia adelante”. De hecho, no piensa dejar escapar la oportunidad que le llega por poder jugar en Unicaja Almería: “Es un honor poder jugar acá, en un club con tanta historia; la temporada pasada, cuando vine, me impresionó mucho el pabellón, muy bonito, con todos los banderines colgados, historia hermosa en cada banderín, que simbolizan una historia bonita cada uno, y contento de que el club me dé esa posibilidad y deposite esa confianza en mí, y ahora, a tratar de colaborar y de ayudar en todo lo que pueda a seguir colgando banderines y aportando historia a Unicaja”.
Oriundo de Matanzas, “la playa siempre ha sido parte de mi sistema de vida”, dice, “la he tenido siempre cerca”, continúa, y “en ese caso, estoy como en casa, porque el mar es muy bonito, relaja mucho”. Jiménez será, seguro, un almeriense más: “No he podido pasear mucho, pero ya tendré tiempo y tengo muchas ganas de hacerlo, siempre respetando las medidas, porque es una situación atípica la que estamos viviendo”. Lo que le ha llamado la atención del paisaje, que “Almería tiene de todo, las montañas son desérticas, y tiene mar; es un contraste nuevo para mí, y espero disfrutar bastante del salitre y de la gente de aquí”. Salió de una La Habana en la que tuvo que ‘innovar’ para poder medio mantenerse en forma: “Entre lo primero que hice fue entrar al gimnasio después de tanto tiempo; La Habana está cerrada y tiene todo cerrado, y se me hizo complejo entrenar”.
Algo que no le ha resultado extraño ha sido el Molten, pese a que su trayectoria ha sido tan internacional y muy vinculada con el Mikasa, puesto que, con Cuba, en sus partidos de la CONSECA (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y Caribe de Voleibol), lo usa: “Lo conozco, no es nuevo para mí, pero tengo que ‘reconocerlo’ de nuevo, tengo que readaptarme a él”. Sobre el equipo, ningún cambio en la idea que traía ya subido al avión: “Tenemos un equipo excelente y si cada uno aporta un granito, convencido estoy de que lograremos el objetivo; al final, los equipos son de hombres y no de nombres, todos somos hombres, tenemos dos manos y dos pies, y sobre todo trabajando en grupo lo vamos a conseguir, porque este es un deporte colectivo y es fundamental el concepto de grupo”. Javier Jiménez, ‘volar al cuadrado’ tras el confinamiento más duro, primero en avión, hecho, y después con sus propias alas, en proceso, pero siempre con la inteligencia que lo define fuera y dentro.
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