La fiesta no era una fiesta. Los invitados iban contentos y felices para no fallarle a Félix pero: otro año más con la misma pregunta y sin ninguna respuesta. ¿Por qué le tuvo que pasar a él?. Han pasado los años y parece que fue ayer. Se vuelven a reunir y siempre falta el mismo. Hay buen rollo pero tristeza a la vez.
Punto y seguido Cuando se apagan las luces de la fiesta y marcha cada uno a su casa siempre reina en el ambiente ese espíritu tan de Félix Crespo: “volveremos”. Porque siempre volvía a jugar con los amigos. Porque siempre fue un buen compañero y porque por encima de todo estaba su alegría que contaminaba a todos. Unos eran funcionarios y otros jugadores de toda la vida. Había entrenadores y familiares del alma. Todos estaban dispuestos a cerrar los actos de un Memorial que en resumidas cuentas servía para recordar con toda la alegría posible a un amigo que se fue para siempre sin decir adiós.
Cenaron y brindaron en armonía. Hablaron mucho de la vida y la obra de un deportista que no tuvo tiempo de ser veterano ya que la vida se le acabó en la flor. Nadie se esperaba un final así y juntos le recuerdan como tanto le gustaba al jugador, al compañero, al amigo, al hermano, al hijo. Porque Félix Crespo era muchas cosas a la vez y todas ellas buenas.
Capitán siempre Llegaba el primero a los entrenamientos y se marchaba el último. No daba problemas en el vestuario y siempre le tenían sus entrenadores como un capitán. Como el hombre capaz de llevar la paz en plena guerra. Ese jugador que tiraba del carro ante las adversidades. Notable fue su aportación deportiva y mejor aún el sello que dejó entre sus compañeros: animando y ayudando.
En el Club de Mar se acababa un Memorial y empezaba el siguiente. Los allí presentes le recordaban con un poco del cariño que Félix les regaló. Ellos jugaron al fútbol primero y celebraron después con un brindis al Cielo. No estaba el gran protagonista pero todos fueron por Félix como tantas veces él hizo por ellos. Fue bonito el ambiente, sencillo y cercano. Así era el que faltaba a una fiesta que jamás volverá a ser igual: Félix no volverá a asistir.
La mirada noble Ya no le vemos ni le podemos tocar, pero basta cerrar los ojos para ver su media sonrisa en los labios y esa mirada noble de niño bueno. Félix sigue vivo en nuestros corazones.
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