No me gusta hablar de fútbol y mi director lo sabe. Hay veces que piensa que soy seco y cortante cuando no comento con él los partidos pero es que no se de fútbol. Ya se que no se puede decir pero ¿quién iba a esperar un 1 a 7?. Eistía algún adivino o comentarista especializado capaz de adivinarlo.
Hoy aparecerán los adivinos asegurando que ayer en el Pase le dijero a uno que Alemania golearía. Pero en fín que esto no deja de ser un juego y como no me gusta hablar de fútbol: no hablo.
Pero los quiero hablar de la grandeza de este deporte: la humildad. De esto si entiendo algo porque lo he mamado en cada una de las temporadas. Aquí en Almería la podemos empaquetar y exportar: la humildad.
Si hay algo que me gusta del fútbol es ponerme al lado del derrotado cuando gano. El día que nos salvamos de caer a Segunda pensé en el Osasuna. Miraba Valladolid. Me preguntaba como estaríamos nosotros. Yo celebré que se salvó el Almería pero no me alegré del derrotado.
Y si me permiten en el Las Palmas-Córdoba y en el Brasil-Alemania: no tuve nada que celebrar. Me imaginaba con mi nieto en la grada viendo a España cayendo humillada en semifinal como antes imaginé que el Gran Canaria era el Mediterráneo.
Siempre que asisto a una tragedia deportiva como la que vive Brasil pienso en ellos porque Alemania ya tiene quien le piense. Cuando Las Palmas no sube me pongo en esos 32.000 aficionados.
En fútbol si sacas pecho acabas con joroba. No soy un perdedor. No me gusta la tragedia. Es solo el infinito respeto que se merece aquel que sale hundido. Aquel que no encuentra consuelo.
Y para terminar les remito a un gran jugador que tuvo el Almería. Grande como ninguno y me decía: “Mira Tony, el jugador acaba el partido, se ducha y piensa en el siguiente pero el aficionado lo sufre más que nosotros. Le dura toda la semana”. Es verdad. Juan Rojas siempre tenía razón y cuando le escuchaba buscaba en el bolsillo mi carnet de socio 520 y recordada que nunca lloré. Jamás he llorado por el fútbol. Pero agarraba como dicen los argentinos unos CABREOS sin precedentes.
Soy tan raro que cuando la Agrupación Deportiva ponía al campo entero a corear al grito de ¡olé, olé, olé!. Yo no cantaba. Me quedaba en la fila 16 asiento 36 de la Preferencia con mi gorrilla de Mercedes Benz pensando en el contrario.
Ya lo dice Javier Romero y tiene razón: “Éste tío es raro de...”.
No me agan caso señores que el fútbol no tiene sentimientos.
PD: El fútbol por la tele me gusta verlo solo. Pero en el campo no paro de hablar.
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