El teléfono suena a las 14:04. Es Tomás Roncero: “Tienes que venir al bar de Toñín El Torero a las 15:00. Vamos a invocar a Juanito para inspirar la remontada ante el Atlético y quiero que estés allí”. “Eh, ¿yo? ¡Pero Tomás, si yo soy del Atleti...!”. “Por eso. Necesitamos una mirada rojiblanca que atestigüe lo que Juanito pueda decirnos...”, dice, y cuelga. Observo el teléfono anonadada. Pero veinte minutos después estoy en Entrevías, Vallecas, bajo el enorme escudo del Madrid que es santo y seña de El Rincón de Toñín.
La persiana está medio bajada. Tomás espera en la puerta. Tiene el gesto serio. Sale Toñín. “He cerrado el bar para hacer esto tranquilos”, confiesa, con el mismo gesto grave. No es para menos. Esto es una ouija con la que Tomás, Toñín y otros cuatro madridistas de cuna y corazón tratarán de invocar el Espíritu de Juanito, literal, y preguntarle si el Madrid remontará al Atleti esta tarde, en la vuelta de los octavos de la Copa en el Bernabéu.
Dentro esperan ya Nabil, presidente de la Peña madridista Capote y Montera; Javier Benito, presidente de la Peña We are the Champions de Torrejón; Rufino García, presidente de la Peña Carabaña; Dani Domínguez, presidente de la Peña Espinosa Navacerrada y una pared entera transformada en un santuario-altar a Juanito. Hay fotos suyas, camisetas, libros, recortes de prensa y un enorme retrato custodiado por dos cirios rojos y una leyenda: “Siempre eterno”. En el centro del bar ya está la ouija preparada. “La compré yo, por Internet. El domingo me llamó Tomás para decirme que podíamos intentar invocar a Juanito para el partido ante el Atlético y no lo dudé”, cuenta Nabil. “¿Pero realmente creéis que podéis hablar con Juanito a través de una ouija?”, pregunto, incrédula. De pronto, todos se callan. Y contestan, casi al unísono. “Claro”. Y hasta yo empiezo a creérmelo.
“Hay que invocar a Juanito para remontarle al Atlético. Simeone le tiene cogida la medida al Madrid después de lo de Lisboa. Tras la Décima, un empate y tres derrotas. Hay que cortar la racha como sea”, explica Toñín, preocupado. Ninguno se acerca a la mesa. Por no hacer, ni comen. Las salchichas, los callos y los torreznos se enfrían sobre la barra, casi intactos. Los seis miran hacia la ouija con respeto. Primero porque ninguno ha hecho espiritismo antes. Segundo, porque a quien invocan es a uno de sus grandes mitos. A Juanito. Y eso son palabras mayores. “Esto sólo puede lograrlo él. Para nosotros sigue vivo y él guió nuestras remontadas más históricas”, interrumpe Tomás. “Arbeloa nos ha inspirado. En Twitter ha dicho que los jugadores creen en la remontada. Y nosotros también. Ahora queremos que Juanito nos lo confirme”, detalla Rufino. “Yo estoy acojonado”, confiesa Javier, y pregunta: “¿Y si en vez de Juanito nos habla la chica de la curva?”. En su tono no hay ápice de broma.
“Venga, no tengáis miedo. Vamos a ello. Tenemos que hacerlo. Por el Madrid. Por Juanito. Porque hay que remontarle al Atleti”. Toñín toma la batuta. Él dirigirá la mesa. Él hará las preguntas. Él hablará con Juanito si logran que se manifieste. Se sientan y Tomás coge un pequeño retrato del altar y lo posa sobre la ouija: “Así lo tendremos más cerca”. Lo besa: “Ya está. Podemos empezar”.
Los seis posan con respeto sus dedos índices en el vaso de chupito. “¿Y no se podría hacer esto con uno de sidra?”, pregunta uno. Los demás chistan. “Esto no es de coña. Aquí tenemos que estar serios. Esto es muy importante”, le increpan. “Antes de empezar la sesión, no sé si sabéis que hay que calentar el vaso para invocar al espíritu que queremos que se manifieste”. Toñín explica las reglas de la ouija. Y comienzan a mover el vaso en círculos en el centro de la tabla. Toñín pregunta. Y en su bar se detiene el tiempo. Hasta la televisión parece perder volumen. Sólo se escucha su voz: “¿Hay alguien ahí?”. El vaso comienza a moverse, solo, hacia el “Sí”. “Ostrasss”. Se miran unos a otros con gesto circunspecto. “¡Dice que sí!”, exclama Toñín. La cosa se pone seria. De pronto, los cuellos de las camisas aprietan. De pronto, las sillas se vuelven incómodas. Es el momento de la pregunta clave: “¿Eres Juanito?”. Silencio. Y el vaso que rueda otra vez, lento, al “Sí”. “Oye, que va”, se escucha a Tomás. “Jo, si va”, confirma Toñín. “Pues yo no estoy apretando”, avisa Tomás.
Respeto y alegría. El vaso se detiene en el “Sí”. Y a todos en El Rincón de Toñín se nos ponen los pelos de punta. Uno bufa. Otro se pasa la mano por la cara. “Buenoooo”, se cuadra Toñín. Lo han logrado. Es Juanito. “A mí me estáis acongojando...”, le dice Javier a Tomás, que calma: “Es amigo nuestro, tranquilo”. Toñín alza la voz y le habla a la mesa: “Juanito, mira, estamos aquí, invocándote porque queremos que nos digas... ¿Va a haber remontada ante el Atleti?”. Pero el vaso no se mueve. Está fijo, en el centro. Toñín repite: “Juanito: ¿Va a haber remontada ante el Atleti?”. Y entonces sí, se mueve. Detrás de ellos, en el altar, la llama de una de las velas se agita con violencia. La otra no se mueve, detenida, como si fuera un dibujo. Pero ninguno se da cuenta. Ellos sólo miran a la ouija, al vaso, que también se encamina al “Sí”. “Ay, Dios”, susurra alguien. “Dice que sí”. “¡Ese es mi Juan!”, grita Tomás, que al fin respira.
“A mí me embarga la emoción”, exclama Toñín. Y se deja llevar por ella: “Juanito, nos podrías decir ya, para nuestro gozo, ¿el resultado final del partido?”. “Eso ya me da igual”, dice Nabil, pero abre la boca al ver cómo el vaso va hacia el tres. Y, después, al cero. 3-0. Juanito dice que así acabará hoy el Madrid-Atleti. Los seis se levantan, extasiados: “Illa, illa, illa. Juanito maravilla”. Y saltan. Y se abrazan, como si el partido se hubiera jugado ya y en efecto hubiera terminado así. “Di Stéfano ya lo decía, que el rival del Madrid no es el Barça, que es el Atleti, y ¡vamos a ganarle! Y en el cielo estarán los tres, abrazados: Bernabéu, Juanito y Di Stéfano”, clama Toñín mientras Tomás besa el retrato de Juanito. “Si él ha dicho que tal... Él estuvo en todas, acordaos”. En aquel 4-0 al Mönchengladbach y también en las remontadas al Inter y en el 6-1 ante el Anderlecht... Y también estará esta noche, que para ellos ya tiene final. Ese 3-0. “Yo pensaba que sería un 4-1”, dice Javier. “Va a marcar los tres Cristiano”, comenta Dani. “No, dos Cristiano y uno Ramos”, apunta Rufino, como si en El Rincón de Toñín se hubiera vivido un momento único de la historia blanca y sólo ellos hubieran sido testigos, a lo El Día de la Bestia.
Los seis, emocionados, salen a la calle con las fotos, las camisetas y el nombre de Juanito por bandera. Necesitan gritarle a Vallecas, y al mundo, que hoy gana el Madrid. Que se lo ha dicho Juanito. “Remontaremos, sííííííí”, gritan como Cristiano en el Balón de Oro. Pero, de repente, un anciano que camina por la acera les baja a la tierra. “Ni hartos de vino. ¡Ni hartos de vino...!”, brama. Y yo, la verdad, no puedo estar más de acuerdo. Que Juanito me perdone.
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