Cuando salto a un campo de Primera me siento orgulloso de ser árbitro. En ese momento pienso en los partidos que arbitraba en Algimia de Alfara, mi pueblo, cuando empezaba. Son ya veintidós años en esto, seis de ellos en Primera. Fui un futbolista que no pudo llegar lejos. Amo el fútbol por encima de todo y amo este espectáculo”. Así se puso en escena Antonio Mateu Lahoz (valenciano, 38 años) ante los miembros de la Asociación Española de la Prensa Deportiva en una reciente ponencia en La Nucía (Alicante).
Mateu llegó al Auditorio acompañado por su asistente Pau Cebrián. Pantalones vaqueros, camisa informal, buen talante y ninguna condición previa para abrirse a los periodistas deportivos. Pocas veces, se diría ninguna, un árbitro accedía a explicarse en un foro tan crítico. El valenciano lo encaró con total normalidad.
Preparación. Mateu Lahoz descubrió que tiene como una religión dormir ocho horas: “Esté donde esté, en mi agenda el descanso es sagrado. Si no estás fresco de cabeza es imposible arbitrar”. Buen descanso junto con un trabajo físico escrupuloso, con un mínimo de dos horas diarias por las mañanas de esfuerzo pautado por su preparador físico. Después, comida con dieta.
Por la tarde, el árbitro valenciano dedica horas y horas a empaparse de información sobre los jugadores de su próximo partido: “Para mí leer la Prensa es fundamental. Quiero saber cómo llega cada jugador al partido, si está con mucha presión, si se le acusa de simular, las tarjetas que lleva... Quiero saber incluso su situación personal: si ha sido padre, si ha perdido a un familiar. Quiero saber cómo ha pasado la semana Messi o Cristiano o cualquiera... Todo esto puede influir en sus reacciones en el campo conmigo y yo debo entenderlo. Me paso horas leyendo, viendo vídeos y documentándome sobre mi siguiente partido”. Y Mateu desveló una curiosidad: “No analizo arbitrajes de otros deportes. No me interesan. El fútbol no es igual a nada. Yo arbitro con mi estilo, como yo entiendo que se favorece al espectáculo, de forma dialogante, sin dejar de aplicar las reglas”.
Los grandes. Dialogante en los terrenos de juego, incluso en exceso para algunos críticos, Mateu lo explicó así: “Yo entiendo cómo están las pulsaciones de los jugadores en ese momento. Y no es igual según cómo te digan las cosas, con qué tono o intención. No soy perfecto, me equivoco, obviamente. Pero si me equivoco no puedo hundirme sino al contrario. He de pensar en reconducir el partido, en estar más atento”. Una actitud válida para grandes y modestos, dijo: “Yo tengo que ser igual siempre. Un árbitro no puede tener registros diferentes de arbitraje. Claro que no es igual un Clásico que otro partido de menor rango, pero yo tengo que ser el mismo. Debo aplicar el reglamento con idéntica justicia”.
En cuanto a la pureza del arbitraje, señaló en la ponencia: “No digo que no haya habido cosas, pero jamás he sido testigo de corrupción en el arbitraje, ni en España ni en Europa”. “Entiendo que los árbitros de la Liga han de estar bajo la tutela de la Federación, de Villar y Sánchez Arminio, no de la LFP”.
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