Después de la masacre del Barcelona al Getafe (6-0) , sería absolutamente injusto empezar esta crónica obviando la figura de Luis Enrique. El asturiano, al que tanto se le ha criticado desde estas líneas, se ha ganado una reparación monumental. No puede uno rendirse al brutal juego del Barça, al que le bastaron 40 minutos frenéticos para meter miedo al mismísimo Godzila, sin reconocer que esa exhibición de velocidad, salud (en el vestuario culé no hay ni un constipado) y efectividad unida a la estética (estos tipos se han comprometido a no marcar un gol feo) no sería posible sin la influencia del técnico, que tiene al equipo como un pincel.
Acabará la temporada el Barça en la gloria o en la decepción, dependiendo de los resultados de los partidos decisivos, pero el equipo de Luis Enrique se ha ganado ser ya recordado por encuentros como el que disputó ante el Getafe. El Barça fue una apisonadora descomunal. De esas que únicamente se ven en los documentales de Discovery Max. Los de ‘Grandes Construcciones’. La delantera de Barcelona podría a día de hoy desviar el Canal de Suez a base de pelotazos. No los para nadie. Por primera vez en años, el público del Camp Nou recuperó esa vieja sensación de superioridad culpable. La tribuna se debate de nuevo entre la euforia de que los partidos se decidan en media hora al mismo tiempo que lamenta el exceso de exuberancia en la energía gastada ante un rival postrado.
Por un día, las crónicas volvieron a escribirse en el descanso; los bocadillos de la media parte que se comían los socios tenían sabor a goleada y se pensaba más en el próximo partido que en los siguientes 45 minutos. Una gloriosa regresión a la época que nadie imaginaba que podía repetirse y que, a base de percusión, Luis Enrique ha devuelto a Camp Nou en el instante preciso, en el momento justo.
Como los seguidores culés son de naturaleza pesimista, estas goleadas urgentes no se disfrutan, se sufren. El debate del descanso en el Camp Nou era el de si convenía mantener a Messi en el campo con el riesgo de una lesión o bien retirarlo del césped como si alguien pudiera cambiar a Maria Callas a final del primer acto. Una herejía y un insulto para el espectador.
Regresando al relato cronológico del partido, el Barcelona fue un martillo pilón que despertó al Getafe en medio de un sueño de domingo por la mañana. El equipo blaugrana destrozó de salida a su rival a base de una dinámica de juego que estaba dos peldaños por encima de lo que podía alcanzar el rival. El tridente, los ‘tres pepinos’ que dice Piqué, liquidó a sus rivales en 24 minutos con un gol cada uno como si fueran pistoleros del oeste que llegan al salón en busca de gresca. Pidieron un vaso de leche, arrojaron el tabaco en la escupidera sin darse importancia, ganaron al póker en la primera mano y se llevaron a la chica sin que nadie dijera ni pío. Como lo hicieron otros forajidos legendarios llamados Etoo o Villa.
En 40 minutos, el Barcelona se dio el gusto de marcar 4 goles, tres de los delanteros que aterrorizan a los rivales y uno de Xavi, que no usa el Colt 45, usa florete. En la segunda parte, Messi se gustó con su segundo gol y el partido ya transitó por la vereda del retruécano. De gustarse por encima de lo necesario. Tuvo ocasiones el Barcelona para ampliar el marcador, pero siempre primó la estética por encima de la efectividad.
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