Tuvo que ser él, Sergio García, jugador bandera del Espanyol y uno de los mejores futbolistas de la Liga, quien rescatase el partido de la mediocridad y pusiese la luz en Los Cármenes. Lo hizo sin despeinarse. Poniendo su firma a un golazo y asistiendo a Montañés para que acercase al Espanyol a Europa y ejecutase el desahucio de un Granada que llevaba meses moribundo y que, salvo milagro, dirá adiós a Primera esta temporada.
Fue Insúa quien precipitó la aparición estelar de Sergio García. El lateral se durmió, Lucas Vázquez le robó el balón y el 9 perico clavó su obra de arte, otra más, en la escuadra izquierda de Roberto. Una delicatessen como aperitivo previo al descanso. Antes, el Granada sólo fue capaz de encontrar algo de voluntad. Pero acompañada de muy poco fútbol. El arreón inicial, en el que Success acarició el gol tras un gran centro de Nyom, apenas le duró diez minutos. Después, hasta la aparición de Lass, la nada.
Porque fue el extremo guineano el que agitó el partido y devolvió el pulso a su equipo. Lass fabricó la jugada del empate, obra de Mainz, y lideró el arrebato posterior de los rojiblancos. Pero como todos los buenos momentos del Granada esta temporada, fue demasiado efímero.
Sergio García se encargó de aplacar con otro golpe de clase la rebelión local. El delantero blanquiazul leyó a la perfección el movimiento de Montañés, que puso rúbrica a la defunción futbolística del Granada y de paso disparó las opciones europeas de un Espanyol que ya tiene a dos puntos la séptima plaza.
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