Hay rincones repartidos por toda la geografía almeriense que no dejan indiferente a nadie y que se convierten, de una u otra forma, en un paraíso terrenal para todos aquellos viajeros y turistas que buscan descubrir todo lo bueno que alberga esta tierra. Y uno de ellos es Lucainena de las Torres.
De tradición rural, este municipio localizado en pleno corazón de la sierra Alhamilla ofrece diversidad de paisajes, historia, cultura y gastronomía, entre otras bondades. Del antiguo tren minero entre Lucainena de las Torres y Agua Amarga heredaron uno de los itinerarios más auténticos por el interior almeriense, la Vía Verde. A la sombra de la sierra de Alhamilla y al compás de la rambla de Lucainena recorreremos las tierras del sol entre cortijadas, silencio, desierto, soledad, montañas y barrancos, alabando todo color y vegetación que sale al paso.
A ella se unen los distintos senderos, el mirador del Poyo de la Cruz, un cuidado balcón con bancos donde sentarse a contemplar la vista panorámica de Lucainena; el mirador del Garruchete; los ocho hornos de calcinación; y barranco de Juagarí. Todo ello sin olvidar sus festividades tradicionales como el día de las flores, la fiesta de San Sebastián o la fiesta en honor a la Virgen de Montesión.
Sus estrechas calles llenas de maceta con flores, la plaza del Pueblo; los lavaderos públicos donde los vecinos se reunían para lavar la ropa, llenar los cántaros de agua o dar de beber a los animales; o la iglesia Nuestra Señora de Montesión reconstruida en el siglo XVII son solo algunos ejemplos que forman parte del patrimonio tanto inmaterial como material del municipio.
En suma, Lucainena de las Torres es uno de los pueblos de interior que hace de la provincia un lugar con encanto.
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