Y no le falta razón. Le votaron para alcalde y les representa las veinticuatro horas del día. Si viaja a un congreso de la UGT, lo hace el representante sindical, pero también el alcalde de Albox. No se puede el hombre partir o desdoblar: Ahora soy sindicalista, ahora alcalde. Dependiendo en cada momento de lo que interese. Así no se puede vivir. Rogelio es alcalde de Albox todas las horas del día y los siete días de la semana. Cuando Rogelio duerme sueña con Albox y sus vecinos. Es de lógica por lo tanto que aunque sea en día laborable o en fin de semana, las dietas las abone el ayuntamiento. Cuando Rogelio come o cena un sábado en un chiringuito, está comiendo o cenando el señor alcalde de Albox, y lo deben pagar los vecinos porque es su alcalde (¡su alcalde!) y por ellos y para ellos está comiendo. Podíamos seguir dando ejemplos y siempre llegaríamos a la misma conclusión: Una vez que les damos el poder nos convertimos en sus rehenes y pueden hacer con nuestras haciendas y vidas lo que les da la gana. La justicia lo juzgó, su partido le apartó, pero él ahí sigue, impertérrito y con los ediles apoyándole.
A Rogelio Mena sólo le queda pedir el derecho a decidir en referéndum la independencia de su pueblo: Albox, y que sus vecinos se lo permitan y le apoyen con sus votos. Se ha hecho un traje con la bandera del municipio y no se lo va a quitar en mucho tiempo. Por lo menos hasta que los hombres y las mujeres de su pueblo no lo hagan con los votos, y para ello queda aún algunos años en los que los albojenses tendrán que seguir pagando los viajes y las dietas de su alcalde, que por algo es su alcalde y ellos lo pusieron en el sillón de la alcaldía. Cuando le critican o le criticamos no se lo hacemos a él, dice Mena, critican o criticamos al pueblo de Albox. Cuando viaja Rogelio Mena lo hace con él todo el pueblo de Albox. Cuando come Rogelio Mena se sienta con él a la mesa todo el pueblo de Albox. Cuando va a un congreso de la UGT acude con él todo el pueblo de Albox. Es normal para él que el pueblo pague los gastos de su alcalde.
Es de justicia que se pueda recurrir una sentencia, incluso dos, tres o cuatrocientas. Hasta al constitucional. Y mientras sentado en el sillón y que los ciudadanos de Albox paguen sus alegrías.
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