Mi abuela Carmela, que nos veía de niños a mi hermana y a mí abducidos por la caja tonta, o jugando con mis queridos Airgam Boys, decía que si ya estábamos liados con los ‘cristobicas’. Seguramente ella no sabía, como yo tampoco hasta hace poco, el origen de la palabra. El ‘Cristobica’ es uno de los personajes de la tradición española en el guiñol. Tirando del hilo, descubrí que en el Retablillo de Don Cristóbal, Lorca daba vuelo literario al personaje que seguramente mi abuela vio en su infancia en esa patria que es el mundo del ‘titiritero’ (canción redonda, la de Serrat). Saliendome por el ojo de la luna de Méliès, alunizando en el Mar de la Tranquilidad como Kubrick, o empachado por ‘buñuelos’ de cine (navaja en mano sobre nubes y ojos); y a lo peor viajando a ninguna parte, me dio mucha pena el maltrato que la música sufrió otro año más en los Goya. Por cierto, no recuerdo ninguna película del genial pintor, ejem...
Un espectáculo en prime time que aspira a números a lo Broadway y enmudecí frente a una gloria nacional como Joan Manuel con sus músicos de figurines, y tratando de mal cantar sobre un pregrabado. Menos mal que la comedia, tan española, estuvo servida. Las puyas al ‘en funciones’ Mariano y su compañía teatral eran previsibles y necesarias. Y la presencia del irreconocible vicepresidente in pectore con esmoquin (el insigne descamisado) fue uno de los mejores gags, además del arte de birlibirloque que Dani Rovira (¿recuerdan el momento sin micro?) sembró. A premio naranja, intuí que el Goya went to Carmela, no mi abuela, que en paz descanse. Y a premio limón, Montoro, que se llevó Goya, Óscar, y la Palma al alimón. Que Elvira Lindo enfocara como prota de la noche al Ferrero Rocher de Vargas Llosa fue la repanocha. Tim Robbins lo flipaba, y la Binoche, ¡ay Juliette!, ¿si supieras que te he escrito una canción maravillosa? La amo, y punto. En fin, amo el cine, y el español también sea políticamente correcto o incorrecto, de derechas o de izquierdas.
De la misa, en la vida, hay que creerse la mitad. España vive tiempos de fuego cruzado, ojo por ojo y de oca a oca porque me toca. Imponer el sentido común es complicado, y revolotear el avispero me hace pensar que tras este artículo seré un títere de cachiporra. Soy más de manifestarme por el sosiego que por la escopeta nacional (a Berlanga ni tocarlo que es dios). Tanto la respuesta desproporcionada de un juez ante una pancarta de muy mal gusto como la infantil rabieta viral con el ‘Gora+palabra+sufijo ETA’ me han parecido las dos caras de una sucia moneda: esa que la política está llenando de mierda en el escenario real.
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