La Oficina Cultural es uno de esos lugares necesarios en cualquier ciudad, de esos que acercan la cultura a pie de barrio. Qué suerte tiene Almería de contar con este espacio abierto a la convivencia entre arte y ciudadanía, la misma suerte que por ejemplo Málaga tiene también con La Casa Invisible. Además, La Oficina cumple uno de los rasgos del urbanismo responsable, la reconversión de espacios, al haber transformado un abandonado taller de costura en un refugio para el libre asociacionismo, las artes escénicas, la poesía, el cine, el feminismo y la ecología. Para comprobarlo sólo hay que acercarse por allí.
Sin embargo, el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería está empeñada en imponer a La Oficina las mismas leyes y licencias que los negocios vecinos de la Calle de Las Tiendas. Pero La Oficina no es un bar ni un pub, y mucho menos un negocio (¿cuándo una asociación cultural autogestionada pudo ser un negocio que amasara dinero?). Esa misma área de Urbanismo que ya cerró el Microteatro. Vaya. Cuánto rigor con los espacios culturales. Me gustaría ver esa misma eficacia en otros proyectos, realmente urgentes, como el encauzamiento de la rambla de Costacabana. Pero bueno, no seamos malpensados ni pongamos a los habitantes de Costacabana en contra del área, la cual puede que piense invertir la multa impuesta a La Oficina en sufragar los gastos de dicho encauzamiento.
Ese rigor me recuerda a la apresurada e implacable demolición del Toblerone, otra de tantas oportunidades perdidas. Cuando hace dos años nos manifestábamos en contra de su demolición, no lo hacíamos para reivindicar un silo donde poder pincharnos heroína tranquilamente los fines de semana o contagiarnos enfermedades venéreas, lo hacíamos para defender las infinitas posibilidades de reconversión que el gigante de chapa colorada ofrecía. Era un proyecto ilusionante, quizá el proyecto de la década. Aquella cordillera de lata estaba impresa en nuestras retinas, era parte de la historia y el paisaje de la ciudad. Creímos que el Ayuntamiento sabría heredar el pasado de Almería para poder proyectarla hacia el futuro, como Londres hizo con la Tate Modern, Segovia con su Cárcel o Madrid con el Matadero. En fin.
El área de Urbanismo y el Ayuntamiento tienen ahora una nueva oportunidad para dialogar y contribuir a la diversidad de espacios culturales dentro de un marco legal adecuado. Porque la cultura tiene esa virtud, la de ser capaz de adaptarse a cualquier tipo de recipiente, como el agua de una rambla cuando va por el cauce apropiado.
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