Recientemente hemos conocido la puesta en escena de la reactivación de proyectos que quedaron paralizados por diversos motivos.
Fijar el plazo de ejecución de las obras en Plaza Vieja y rehabilitación del Ayuntamiento, así como la continuidad de la variante de Roquetas, han sido recientes actuaciones estelares de la consejería de Fomento. Y todo esto ha coincidido -no con mayor transcendencia- con el descubrimiento de las ondas gravitacionales.
Si Albert Einstein hubiese sido coetáneo de la Junta del PSOE de Sevilla, habría pasado de la teoría a la certeza en su intuido concepto de simbiosis espacio-tiempo y las ondas gravitacionales que lo modulan.
Si hay una fuerte colisión institucional (confrontación), inmediatamente le secunda una ondulación que se propaga por un espacio-tiempo indeterminado generando unas oscilaciones que se amortiguan con el paso del tiempo hasta disiparse en el éter sutil.
Como toda onda, se parece a las olas de la mar, y tiene su semiciclo positivo y semiciclo negativo (cresta y valle). En la cresta de ola está la Junta espumando el concepto “es un proyecto prioritario para Almería”.
En el valle de la ola estamos los ciudadanos a la espera de un cambio de fase, subfase o interfase (obras en la Plaza Vieja) que nos eleve del seno para alcanzar la visibilidad de un horizonte esperanzador o, en el peor de los casos, llegar al rompiente… y ahí se acabó la historia.
Las ondas gravitacionales siempre han estado ahí, el problema es que no había certeza de su existencia porque no había ingenio para evidenciarlas y medirlas. Siempre existió la electricidad hasta que la descubrió Galvani, Coulomb, Volta… Es como el “efecto Susana” -un chispeante fenómeno de la naturaleza- que lleva a Almería en su corazón, pero hay dificultades científicas para demostrarlo.
Existe un gran paralelismo entre las ondas gravitacionales y la Junta de Andalucía. Imaginen que, al nacer, a todos los bebés les colocan una pinza en la nariz; la consecuencia es que, aun existiendo los olores, ningún individuo podrá distinguir aroma alguno. Con las ondas gravitacionales ocurre algo similar. Hasta la fecha no teníamos el “sentido” adecuado para distinguir estas vibraciones, como lo es la luz o el sonido.
Ahora, con un nuevo sentido, podemos ver, oír, examinar y prospectar nuevas facetas del Universo. Así mismo, con la Junta ocurre otro tanto. Hay personas que han nacido, crecido, reproducido y, lamentablemente, desaparecido sin poder conocer otra cosa que la Junta del PSOE de Sevilla.
No han podido desarrollar otro sentido que pudiese descubrir otras facetas del reducido universo conocido que les ha confinado en un entorno controlado durante treinta y dos años, siempre mirando la Andalucía Súper Star y con escasas esperanzas de giro copernicano.
El problema de las ondas gravitacionales es su leve intensidad y la lejanía del evento que las produce. Imaginen la Expo Universal del 92 en Sevilla. Su equivalencia galáctica es del orden de supernova: AVE a Madrid, Isla de la Cartuja, A-92, fastos, celebraciones, construcciones, monumentos…
Ahora, coloquen un dispositivo detector de ondas gravitacionales en La Molineta, y midan los efectos y repercusión del evento sevillano en Almería: ligero rumor de sevillanas corraleras y alguna cabeza de langostino sanluqueño. Poca cosa.
La utilidad de las ondas gravitacionales es vital para descubrir nuevos secretos del Universo. Lo mismo que estar en la “onda” de la Junta es descubrir el secreto para una magnífica existencia.
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