La reciente llegada a los cines de Deadpool (2016) es solo el último capítulo de un largo periplo que comenzó, en cierta forma, el día que se estrenó X-Men Orígenes: Lobezno (2009); uno de los aspectos más criticados de aquella cinta -y no fueron pocos- fue la intervención de ‘Masacre’ -el nombre que recibe ‘Deadpool’ en los cómics traducidos al castellano-: interpretado ya entonces por Ryan Reynolds, aparecía solo unos pocos minutos y era incapaz de hablar, lo que desató la ira de los fans de un antihéroe cuyo carisma reside, precisamente, en su aplastante desparpajo verbal. Afortunadamente, ahora nos llega una versión mucho más fidedigna del personaje.
Aunque tenía previsto visionarla en versión original -este es, por encima de todo, el show y el particular tour de force cómico de Reynolds-, acabé viéndola doblada al día siguiente de su estreno en nuestro país, en ‘sesión golfa’ -a medianoche, concretamente- y en una sala llena de la primera a la última butaca: a este respecto, creo que el tema de las ‘primeras filas’ en las salas de cine -¿de verdad se ve algo de lo que ocurre en pantalla en dicha ubicación?- daría, por sí solo, para otra columna... En cualquier caso, lo cierto es que la audiencia -formada, en su inmensa mayoría, por adolescentes y veinteañeros- estaba totalmente entregada y no paró de reír durante todo el metraje, y es que el film -eso no se puede negar- logra conectar con ‘su’ público desde el minuto uno.
A pesar de ello -y de su arrollador y, hasta cierto punto inesperado, éxito económico-, no han sido pocos los espectadores y críticos que, aun alabando a su personaje principal y lo resultón de la propuesta, no han dudado en señalar que tanto la trama como el resto de personajes son bastante más ordinarios y aburridos que el propio Deadpool; para otros, en cambio, ahí reside buena parte de la gracia del cómic original: en cómo el sentido de humor a prueba de balas -literalmente-, así como la personalidad metalinguística del protagonista -en permanente conversación con el público-, destacan en medio de una historia que, en otro caso, sería ‘una más de superhéroes (o antihéroes)’.
Por mi parte, no puedo dejar de darles parte de razón a quienes subrayan que Deadpool hace sombra a su propia película, y momentos como el enfrentamiento de Coloso con el personaje de Gina Carano -entre otros- me parecen algo deslucidos, pero al mismo tiempo, soy incapaz de no sentir cariño por un largometraje tan consciente de sí mismo y en el que se rinde homenaje al cine de John Hughes -¡Bueller!-, a la saga iniciada por Venganza (2008) o a esa ‘obra maestra’ del placer culpable llamada... Cobra (1986).
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