En el debate de investidura de ayer vimos a varios ministros del Gobierno haciendo hipócritas cuchufletas por el beso de Pablo Iglesias a Doménech. Está claro que esta gente nunca hubiera aprobado el matrimonio homosexual, r efugio pasable de tantos excluídos sociales que no tenían dónde meterse. La inesperada escena en el Congreso, teniendo en cuenta el clima semidecrépito que allí se respiraba, me recordó a los viejos bíblicos de la casta Susana. Este país sigue estando en manos de la vieja política.
Bien contentos deben de andar los que viven de nuestros impuestos. La pierna de cordero la tienen asegurada. No se inquieten por los aires de renovación democrática que surgen de vez en cuando, inexorablemente sigue pagando el pueblo. Sucedió que el Rey llamó a Rajoy para que se presentara a la investidura. Este vio negro el panorama y renunció a presentarse. Nunca una cobardía ha sido más alabada. Ahora resulta que el valiente fue el gallego, y el cobarde quien secundó la invitación del jefe del Estado. El mundo al revés. Pero hay más cosas. Los viejos barones del PSOE se alarmaron ante la lejana posibilidad de que pudiera gobernar Podemos. Gente tan curtida y experimentada en política como Felipe González y Alfonso Guerra aconsejaron pactar con el PP. No obstante, como sabemos, el tiempo einsteniano da otra dimensión a las cosas. Por aquellos días eran tantos los casos de corrupción que surgían dentro del PP que parecía un contradiós pactar algo con un partido que estaba de mierda hasta las orejas. La figura de Pedro Sánchez comenzó a verse de otra manera y hasta los propios barones socialistas frenaron sus confortables temores. Fue así como Albert Rivera, consciente de que con Rajoy no iba a ninguna parte, pactó con gallardía con el socialismo. Se armó la de Dios. Estallaba el gobierno del cambio. Se volvieron atrás los comunistas y los nacionalistas regionales. El PP agotó la agenda de los denuestos contra Pedro. Teatro, falso vodevil, cobardía y ganas de engañar al pueblo. La figura cansada y vieja de Rajoy , con la contestación en el interior del partido repudiándolo, renacía otra vez. Ahora, a esperar las elecciones. Veremos lo que nos reserva el futuro. De momento ha ganado de nuevo la vieja política. Sigue pagando el pueblo los sueldos.
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