Conocí a Alfonso Chaves hace aproximadamente un año, durante un programa de radio y vía telefónica: él presentaba su debut en el largometraje -tras una fructífera carrera en el campo del cortometraje- y quien esto escribe había sido invitado a participar en dicha entrevista, ya que el film tenía grandes dosis de acción y hacía tan solo unas semanas que yo había presentado en aquel mismo espacio mi primer libro, dedicado a las películas de Jackie Chan. El caso es que, en fechas recientes -y tras su presentación oficial ante la prensa en la sede de RTVA-, tuve la posibilidad de ver Íkaro en exclusiva y escribir la presente reseña.
Rodada casi íntegramente en diferentes escenarios sevillanos y desarrollada de forma independiente bajo el sello Mayday Producciones, la película cuenta la historia de León, un exasesino a sueldo envuelto en una peligrosa trama de espionaje industrial, en la que también se verán involucrados su familia, su exmujer y un antiguo colega de trabajo; y aunque la estructura del film obedece principalmente a la propia del moderno thriller de acción hollywoodense -conspiraciones, secuestros, persecuciones, giros de guión, etc.-, Íkaro también incluye varias escenas de carácter dramático, peleas de artes marciales e incluso una tórrida escena de sexo.
El CGI de las explosiones, la textura digital, algunas interpretaciones y ciertos baches de guión denotan el hecho de que nos hallamos ante una ópera prima de modesto presupuesto, pero Chaves -director, editor, coguionista y coproductor ejecutivo- introduce un sinfín de recursos audiovisuales dignos de una superproducción: unos créditos iniciales de lo más atractivos; pantallas partidas; planos secuencia -hay uno espectacular en el interior de un cuarto de baño-, cenitales y a ras de suelo -de gran calidad visual-; bellísimas tomas aéreas -llevadas a cabo mediante drones-; o una dinámica banda sonora -su leitmotiv acaba haciéndose imprescindible-.
Pero la parte más sorprendente del film -y no solo por su escasez dentro del cine patrio- son las variadas coreografías de acción, para las que se ha contado con la colaboración del prestigioso equipo de especialistas MovieStunts, y en las que se hace un potente uso del montaje y los efectos de sonido: tiroteos; persecuciones en coche, en moto y a pie; peleas con palos y cuchillos; patadas voladoras; cámaras lentas; llaves inmovilizadoras; un clímax lleno de combates y propio de un videojuego; etc. Escenas que dejan siempre con ganas de más, nos hacen esperar con impaciencia nuevos trabajos del cineasta y hacen soñar con un ‘cine de acción español’ -y con ver Íkaro en salas almerienses…
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