Quienes solemos escribir sobre los partidos políticos, sus estrategias, sus idearios, sus fallos, solemos recibir de vez en cuando alguna réplica, más o menos airada. Así por ejemplo al mentar la corrupción en el PP, no faltará un militante ofendido que afirme que en el partido existe mucha gente decente y honrada cuya misión no es enriquecerse a través de la política. Nadie en su sano juicio negaría tal cosa. Precisamente a esa gente honrada y decente quisiera referirme en esta nota.
Creo conocer a muchas familias católicas cuya vida sigue estando informada por la doctrina del evangelio. Educan a sus hijos en colegios concertados. Por nada del mundo meterían su mano en caja privada o pública. Dan limosna a los pobres y luchan a su manera por la justicia social y por el orden del mundo. Sin embargo, en este país de un tiempo a esta parte se ha producido tal cambio de valores que parece que el dinero, es decir, la materialización del mundo, fuere lo único importante. Se diría que el dinero lo puede todo, como en ese anuncio televisivo donde vemos varias parejas besándose frenéticamente hasta llegar al climax erótico del cochazo de alta gama. Estas familias católicas deben estar ahora enormemente sorprendidas viendo los juzgados atiborrados de apellidos ilustres sobre los que caen sospechas bien fundadas de robo en convivencia con el poder político. Hay variedad de explicaciones. Unos dicen que son secuelas perversas de la dictadura . Otros que el consenso que trajo la Transición no profundizó sobre la moral regeneracionista. El caso es que produce escándalo nada más oír hablar de Gurtel, Brugal, Púnica, gestoras de Valencia y Madrid, líos de Baleares, y mil condenados lodazales más sobre los cuales no quiero detenerme. Los líderes de los partidos suelen agarrarse a la responsabilidad penal para calmar lo que piensa la gente. Pero todos sabemos que existe otra responsabilidad que obliga a marcharse decentemente de la política. Al PP le ha dado ahora por decir que ha ganado la elecciones. Si las hubiera ganado no estaríamos en el impasse actual. La reciente encuesta de Metroscopia revela que el decaimiento del liderazgo de Rajoy. Un ochenta por ciento piensa que su tiempo ha pasado y que debe ceder el paso a un nuevo líder. Los periodistas no nos inventamos nada.
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