Hay días que salgo a pasear por Aguadulce y me encuentro con algún aficionado a escribir. Después de lo que le pasó a Cervantes nadie puede alardear de haber triunfado en este oficio con frecuencia hampón y miserable. Escribir en España es llorar, dijo Larra. Y no estaba solo el suicida enamorado. A veces el escritor se hace ilusiones pensando que lo que se premia en este mercado es la calidad literaria separada de otras frivolidades más o menos sociales y mercantiles.
Y claro, se equivoca. Me producen risa, no exenta de compasión, esas fotos de gente que acaba de obtener un premio creyendo que fuera la avanzadilla del arte y la cultura, cuando la verdad es que están allí no por otra razón que la propaganda o la notoriedad de quien organiza los premios, Esta es o sería la razón oculta de por qué hay tanto escritorcillo amargado a la puerta de los mentideros, ya sean éstos cafeterías, clubs, casinos literarios, bibliotecas u orfanatos de letraheridos.
Hay todavía gente que en su virginal ingenuidad cree que alguien se gasta el dinero para premiar la fiesta anual de las musas por encima de otros cabildeos menos poéticos. Y lo que suele ocurrir es que los artistas son simples marionetas.
Si investigasemos un poco, veríamos que detrás de las bambalinas siempre hay algún enanito sabio que mueve los hilos. En este plan, quien no tenga detrás de sí una empresa petrolera, una red de bancos, un club de regatas o un partido político lo tiene muy difícil. Los jefes del marketing no son tontos. Han caído en la cuenta de que les sale mucho más barato organizar una soirée con asistencia de lo que llaman la crema política , cultural y social de la ciudad antes que pagar páginas y páginas de publicidad en los grandes rotativos.
Total, una placa de hojadelata donde figura la organización y la fecha del premio tampoco vale en exceso. Lo decisivo es la crónica a otro día con todo lujo de detalles fotográficos sobre el acontecimiento. A esto hemos llegado.
No se diga que este Gobierno no tiene intención de b ajar el IVA. ¿Para qué? Dejémoslo para la fiesta de los Goyas o para la Feria del Libro donde suele aparecer toda la amargura remansada de estos poetas olvidados.
¿Pero a quién interesa la cultura?
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