En mi adolescencia la lectura indicada para estos días de Semana Santa era la “Figuras de la pasión del Señor” de Gabriel Miró ( 1879-1930). El escritor valenciano se pintaba solo para captar con su conocido impresionismo modernista la luz y el color de su tierra, lo que le serviría luego para trasladarlo al ambiente palestino donde trascurrió la muerte y pasión de Jesús. Hay quien dice que entre el levante español con sus palmerales, sus moros y cristianos y sus festejos barrocos hay similitudes importantes. Para más coincidencia, Gabriel Miró vivió en Barcelona. Allí colaboró en varios periódicos y dirigió la “Enciclopedia sagrada”. Esto último le facilitó el contacto con una tropa de escrituristas, historiadores, arqueólogos, lectores de códices y demás gentes del rollo. Buena parte de estos saberes bíblicos los aprovecharía más tarde el escritor levantino para componer sus famosas “Figuras”, monumento a la erudición pero sobre todo a la literatura. Aquí se habla de un Judas que siempre camina retardado pero muy querido por Jesús; de la Samaritana en todo su esplendor de hembra, femenina, carnal y enamorada; de Poncio Pilatos miedoso ante la responsabilidad del cargo y los malos augurios de su mujer. Aparecen también las tres Marías, a cual más entregada y siguiendo el vuelo de las aves como para descifrar el misterio. Tampoco podían faltar las negaciones de Pedro, ejemplo para todos los corruptos de la historia que ahora se dan golpes de pecho llevando compungidos los tronos. Lo más sobresaliente es la brillantez del estilo de este autor. Es una gozada continua. En cada lance, por insignificante que éste sea, está recogido con inenarrable plasticidad el color y yo diría que hasta el olor de las cosas. Prueba de lo que decimos son los otros libros de Miró. Por ejemplo “Años y leguas”, entre otros. En nuestro subconsciente lector han quedado expresiones, escenas, metáforas inolvidables. Es difícil no quedar impresionado por la mirada y la barba rojiza de Judas, el traidor. De la luz que en el corazón ardía entre las Tres Marías camino de lo inefable.. Y termino con aquella anécdota del Monte de las Bienaventuranzas. Estaba Jesús sentado en la ladera descansando mientras llegaba su posible auditorio. Una hormiga le subía por la pierna derecha. Con gran cuidado el Señor cogió la hormiga y la puso en el centro de una flor.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/102965/lecturas-de-la-semana-santa