Se necesita escasez de responsabilidad política para que todos hayan traspasado la frontera de los cien días sin haber dado ni un solo paso hacia la solución del terrorífico impasse con origen en el 20-D. Todavía no nos han explicado cómo es posible que no hayan querido entender que eso conduce a la repetición de las elecciones, ya que ellos son los primeros obligados a saber que la tal repetición lo más probable, por no decir seguro, es que el resultado de los nuevos comicios no vaya a diferir en nada sustancial.
Si todo esto llegase a confirmarse con los hechos, eso sería suficiente para ponerlos a todos de patitas en la calle, no me pregunten cómo, pero habría que hacerlo. Desde el Gobierno y su presidente hasta los otros tres grandes partidos han demostrado muchas cosas en estas largas semanas. Que no les quita demasiado el sueño el interés general de los españoles. Que les importan más sus particulares intereses partidistas y/o personales. Que en ese comportamiento no se ven diferencias entre los nuevos y los viejos partidos. Que carecen de sensibilidad política para darse cuenta de que el riesgo es la huída de las urnas y la caída de los ciudadanos en una indiferencia todavía peor .
Desde esas perspectivas, la verdad es que se opacan las diferencias entre derechas e izquierdas, entre progresistas y conservadores, y que podríamos estar entrando en una etapa nueva pero vieja de la evolución política de este país con arranque en el corazón de la crisis económica y social que se dispara en 2008.
Solo una especie de milagro podría llevarnos por otros derroteros, por ejemplo una fulminante reacción en los próximos días, antes del límite irreversible que lleva a la repetición de las elecciones. Todo está dicho. A los que tenemos la obligación de escribir y valorar las situaciones nos están poniendo las cosas excesivamente difíciles y al borde de sentirnos corresponsables del siniestro, sin que yo niegue ahora que en algunos casos tal acusación tendría sus fundamentos. No quiero más reiteraciones, ni más vueltas aburridas sobre lo mismo, ni más ejercicios de paciencia. Quedan muy pocas semanas. Se acaba el tiempo, se termina la paciencia, se nubla la esperanza, se difumina la ilusión. Que rece el que sepa y el que no sepa que aprenda. Venga, que ahí está el abismo.
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