La vida cotidiana

Kayros
01:00 • 01 abr. 2016

Hay escritores que necesitan  contar los grandes  misterios de la naturaleza , bien  sean  desde  la tierra, del  espacio y del mar; otros en cambio se sienten más motivados con las hazañas de las historia  cuyos protagonistas suelen ser  los  hombres célebres. Y hay unos terceros que ponen el foco en la extraordinaria vulgaridad de su vida cotidiana pero que  pese a todo  saben sacarle unos melancólicos  destellos que  emocionan a  los lectores. 
Entre estos últimos estaría la escritora Alice Munro, Premio Nobel de literatura  de  2013,  a quien no en vano llaman la “Chéjov  canadiense”. Esta  Semana  Santa que pasó maté  mis horas libres  leyendo su  undécima  colección de cuentos que aquí  en España aparecieron  bajo  el  título de  “Mi vida querida” ( 2012).  Pensé  que para hacer frente a toda la parafernalia bíblica  de las grandes superproducciones cinematográficas,  así  como  al duelo procesional de trompetas y tambores, lo mejor  era  recluirme en la lectura  de esta mujer.  Me hago la misma pregunta que  Antonio  Muñoz Molina en la nota introductoria  de  contraportada: “¿Basta un  beso robado, un salto de un tren marcha, la sombra furtiva de una mujer, una borrachera de media  tarde o las preguntas  arriesgadas de una niña para conformar un mundo que tenga peso propio y cuente la vida entera?” Pues  sí, yo no lo    pongo en  duda  cuando se junta  el  sabio arte de narrar  con una sensibilidad extraordinaria  para dar cuenta  de  lo bueno y de lo malo  de la vida.
 La simple despedida  de una hija  desde el  andén, las emociones  de una maestra  en un aserradero de montaña,  la  crisis matrimonial, el divorcio y el  primer embarazo, una pobre enferma  que vigila  tu casa  como si fuera una  amenaza  de otro mundo cuando solo  son  recuerdos de la infancia, la niñez, las primeras amistades, el cambio de casa, los contrastes  educacionales con  el mundo de  los  padres, el amor por el paisaje etcétera son la materia prima de  estos cuentos. Al final  del libro destacan cuatro capítulos autobiográficos de los que no se olvidan: “ Vivía, de pequeña, al final de uh camino largo, o  que a  mí me parecía largo. Al volver a casa de la  escuela, y  más tarde del  instituto, dejaba  atrás  el  pueblo de verdad ,con su tragín y sus  aceras y las farolas  para cuando oscurecía.”







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