El déficit fallido

Kayros
01:00 • 02 abr. 2016

Hoy es sábado, me apetece calarme el chandal, correr por el Paseo Marítimo y olvidar las frustraciones de la semana. Pero desde anoche están danto la lata todos los medios con lo del déficit. Suculento asunto como para pasar de largo. En medio de la constante prédica de la recuperación y la salida de la crisis, con un Gobierno en funciones que no quiere dar explicación alguna en el Congreso, aparece el señor  Montoro culpando a las autonomías del desaguisado. 
Les han pillado. Como ha dicho Pablo Iglesias, es un mito que la derecha en el poder suele gestionar mejor la economía  de todos. Se han tirado cuatro años hablando de la herencia recibida de Zapatero  y ahora resulta que también va a haber otra herencia no menos maldita, esta ve z de Rajoy, y que recogerá  el partido que haya de gobernar, sea cual sea. Los grandes técnicos europeos se cansaron de avisar a la Moncloa que no se podía pasar del 4,2% como objetivo de déficit. Hemos terminado nada menos que con un 5,18% y ya se verá  qué demonios se ingenian los cabezas de huevo para enjugar esta diferencia. Por de pronto había que echarle la culpa a alguien. Montoro no lo ha dudado un momento: son las autonomías manirrotas y despilfarradoras las que se excedieron en el gasto. Cuando nos avisó de tamaña irregularidad el socialista francés, señor Ivanovici, le cayó encima una tempestad de improperios de todos los colores, desde hijo de perra  a socialista “tenías que ser”. Hoy  nuestro déficit alcanza un 5,18% fuera de todo control y la herencia recibida se sustancia con la añadidura de unos 25.000 millones supletorios que tendremos que pagar los contribuyentes. 
¿A qué suena esta putada administrativa en medio del jolgorio  constante por lo bien que sabe hacer las cosas el PP? Si examinamos los casos de corrupción últimos, tampoco podemos decir que  los conservadores sean modélicos en  el antojo  de administrar el dinero de los demás. Por tanto una cura de humildad nunca viene mal. En todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas. Ya verán qué contraste si el Partido Popular pierde la elecciones. Para bastantes ya no  habrá pasta  para  grandes comilonas con excelentes  vinos y palmaditas correligionarias en la espalda.







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