Han pasado ya más de cien días desde la celebración de las elecciones generales el pasado 20-D y las negociaciones para formar gobierno siguen, al menos aparentemente, encalladas. Esta semana es muy posible que se celebre una reunión a tres entre las comisiones negociadoras del PSOE, Ciudadanos y Podemos, pero no es probable que de la misma salga un acuerdo que permita investir a Pedro Sánchez como nuevo Presidente del Gobierno. Los de Rivera no quieren estar en un gobierno con los de Iglesias y lo mismo sucede al revés.
Mientras tanto, los días pasan y el hartazgo ciudadano ante esta situación es algo más que evidente. La saturación informativa a la que se ha sometido a la ciudadanía durante los últimos meses ha dado como resultado que la gente, preocupada y ocupada por cuestiones más perentorias del día a día, se haya desconectado de tantos dimes y diretes sobre reuniones o desencuentros de unos con otros, de vetos, de órdagos, de líneas rojas.
Habrá que aceptar que, una vez más, los ciudadanos tienen razón. Ellos cumplieron con su deber cívico y democrático de votar el 20-D y aunque es cierto que el mapa político que salió de las urnas era complejo, a partir de ahí deberían ser los responsables políticos los que tendrían que hacer sus deberes y buscar las soluciones pertinentes para conseguir la gobernabilidad de nuestro País.
Quedan unas tres semanas para saber si hay un acuerdo para conseguir investir a un nuevo Presidente del Gobierno o, por el contrario, se va a unas nuevas elecciones que ya tienen fecha marcada en el calendario: el domingo 26 de junio.
El problema de esta segunda alternativa es doble: por una parte, es muy probable que los resultados que pudieran arrojar las urnas ese día fueran muy similares a los que se dieron el 20-D y que por tanto, los responsables políticos se encontraran con el mismo problema que tienen ahora.
Y en segundo lugar, ese hartazgo ciudadano ante la incapacidad de los políticos por ponerse de acuerdo se podría traducir en estas nuevas elecciones en una alta abstención, lo cual nunca es una buena noticia desde la perspectiva de la salud democrática.
Por eso, no parece que sea mucho pedir que en estas tres semanas que quedan hasta agotar el plazo legalmente previsto para investir a un Presidente del Gobierno, los líderes de los cuatro principales partidos implicados en las negociaciones -Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera- hicieran un esfuerzo suplementario para conseguir lo que no han logrado en estos más de cien días transcurridos desde las últimas elecciones. Y a ser posible que lo hagan sin cansar en exceso a la ciudadanía. Dicho de otra manera, que hagan su trabajo con eficacia y con rapidez, que para eso se les ha elegido.
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