Romería temática ferroviaria

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 08 abr. 2016

No hay nada mejor y más efectivo que una romería temática para agitar la conciencia colectiva y nutrir a los medios de comunicación de nuevos enfoques sobre las carencias en infraestructuras de Almería. 
Hace años ya ocurrió con la “burromarcha” (de Cuevas al Puente de Rioja) para reivindicar las necesarias autovías y la supresión del único puente con semáforo que limitaba el tránsito de la floreciente exportación agrícola por la angustiosa N-340 y el insufrible Cañarete. Esta peripecia tuvo un gran reconocimiento popular y el indudable rechazo y acrecentamiento de las hostilidades con los políticos del PSOE local y provincial que interpretaban la defensa de las infraestructuras como una afrenta; la génesis de la ahora extendida confrontación.
Ahora se esperan reacciones ante el incierto futuro de nuestras comunicaciones ferroviarias con la capital andaluza y la quimérica llegada del AVE a Almería. Mientras tanto, aparecen cábalas sobre los posibles usos que daríamos a la Estación de Renfe -elegida como una de las diez más bellas España- pero con el pequeño detalle de no contar aún con la titularidad de uso y disfrute al ser propiedad de ADIF, empresa pública que mantiene la estación sin uso y en galopante deterioro. 
Como cabía esperar de la probada originalidad de nuestros políticos, entre los posibles usos se relacionan los de centro de interpretación, complejo museístico o contenedor y crisol de efluentes culturales acopiando los matices mediterráneos imbricados en la urdimbre industrial minera en el lírico entorno arquitectónico de Eiffel… y tal y tal y tal. Todo muy cultural, romántico, sostenible, progresista… y de los nuevos tiempos.
 A los “salvajes” franceses se les ocurrió okupar la Torre Eiffel -esta si es de verdad de Alejandro Gustavo- con un prosaico restaurante donde se pone de comer y beber, sin más aditamentos políticamente correctos y cursilería institucional. 
El detalle es que el Restaurant Jules Verne es una de las más solicitadas atracciones de París que dispone de una carta de altísima cocina, vistas impresionantes, decoración alusiva al Nautilus de Nemo… y una lista de espera de varios meses; sin mencionar la elevada factura que se justifica por la calidad, exclusividad e inolvidable experiencia. 
Otros “salvajes”, en este caso alemanes, decidieron erguir el monumento emblemático de Berlín con -mira por dónde- un restaurante que corona la Turmfunk (torre de comunicaciones de Berlín) que, además, gira 360º para no perder perspectiva de la ciudad en un delicioso menú de paisajes y sabores germanos. 
Y no digamos de restaurantes, cafeterías, pubs y shoppings que se ubican en nobilísimos recintos de Milán, Praga, Viena… Pero no; aquí hay que inventar el modelo instruido por la sostenibilidad progresista del display, díptico y una vistosa placa de la Junta de Andalucía.
Para mostrar al mundo nuestras excelencias hemos de peregrinar por ferias y certámenes a los que no tengo nada que objetar. Sin embargo, somos incapaces de utilizar un magnífico entorno para concentrar toda la variedad gastronómica de la provincia, incluido el gambón de Garrucha, pulpo de Adra, aceite de Tabernas, tomate raf, rosquillas de El Túnel… y hasta el americano de Amalia. 
Todo en el mismo sitio con diferentes ambientaciones y aderezado con semblanzas de los contrastes provinciales. Pero no. Ya verán cómo, si algo se hace, se ajustará a los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir a las andaluzas y andaluzos por el mundo.     







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