Celebrando el año del “Topaná”

Releo el titular y me parece que hablo de una especie de rito pagano o de alguna santería, como si estuviera en un libro de viajes o en un relato de realismo mágico. Pero aunque suene así, el Topaná no es una deidad misteriosa, ni tampoco un culto selvático con pollos chorreando sangre: es el resumen de los tres meses de postureo postelectoral que llevan interpretando PSOE, C’s y Podemos y lleva el copyright del portavoz del PP, Rafael Hernando, que ha concentrado este desconcierto general en la fonética almeriense del “todo para nada”. Es decir, el “Topaná”. 
Y es que no hay mejor modo de explicar el carrusel de reuniones públicas, privadas, discretas y secretas con retransmisión el twitter que llevamos, así como el pasapalabra declarativo de a favores y en contras, de ahoras y de luegos, de pactos e impactos que nos estamos tragando. Y ahora, cuando está a punto de que cumplirse el plazo para algo que ya se veía venir a los diez minutos de producirse el resultado electoral, nos encontramos en el mismo punto de partida, pero con el sistema glandular hinchado hasta extremos irreproducibles. Y eso no es lo peor. La dilatación y la irritación son dos factores menores si los comparamos con la parálisis de la actividad oficial que genera la incertidumbre sobre el futuro gobierno y el frenazo a la recuperación económica, justo cuando empezaba una velocidad de crucero. Todas estas turbulencias habrían sido fácilmente evitables si, en su día, hubiésemos reformado la Ley Electoral de modo que la segunda vuelta que vamos a acabar celebrando seis meses después, hubiese podido tener lugar dos semanas después. Las segundas vueltas se inventaron, precisamente, para evitar el penoso numerito del Topaná. Pero somos españoles. Ni acuerdo entre contrarios, ni adaptación de sistemas probados con éxito en otros países hace décadas. La madre que nos parió.