Los resultados de los comicios del pasado 20 de diciembre dejaron claro que los españoles eran partidarios de un gobierno de cambio, que sacara al Partido Popular de La Moncloa y que se empleara a fondo en llevar a cabo una agenda reformista y progresista.
Los ciudadanos, con su voto, expresaron la necesidad de abrir un nuevo tiempo que pusiera fin a los cuatro años de políticas neoliberales del PP, que han terminado pasando una enorme factura a trabajadores, desempleados, pensionistas y a las familias más desfavorecidas por la crisis económica. Durante el tiempo que ha transcurrido desde aquellos comicios, nos hemos encontrado, sin embargo, con quien ha realizado todos los esfuerzos para que esa voluntad de la ciudadanía llegara a buen puerto y también con quienes se han dedicado a obstaculizar, poner zancadillas o a montar circos mediáticos donde repartirse el poder. En ese escenario, el PSOE ha dado sobradas muestras de querer llegar a acuerdos, tendiendo la mano a todas las fuerzas políticas que representaban el cambio.
Entre tanto, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha estado escondido debajo de una mesa durante cuatro meses a ver si escampaba. Pero si mala ha sido la actitud del PP, no es menos cierto que la formación de Pablo Iglesias ha impedido cualquier acuerdo desde el minuto uno. En ningún momento ha tenido la intención de querer enviar a Rajoy al banquillo de la oposición. Si en algo se ha centrado – en realidad es en lo único que se ha centrado- ha sido en repartirse ministerios antes de comenzar a hablar del proyecto de país que queremos, de las necesidades de la ciudadanía, de recomponer todo el daño que ha hecho la derecha.
En cambio, todo lo que ha hecho y todo lo que ha dicho ha ido en el mismo sentido: provocar que llegáramos a una nueva convocatoria de elecciones. Así, parece evidente que los votantes de Podemos del pasado 20 de diciembre se van a pensar en volver a darle su apoyo tras cuatro meses dedicados exclusivamente a ver cómo sus dirigentes se repartían los sillones. Iglesias, en todo caso, sí ha conseguido algo de lo que nadie debería sentirse orgulloso: trasladar el mensaje a los ciudadanos de que lo que han votado no sirve y tienen que volver a votar porque la política no ha sido capaz de dar el gobierno que necesita España.
Por eso, cuando vayamos a votar de nuevo el próximo 26 de junio, estoy convencido de que muchos ciudadanos van a reflexionar sobre lo qué pasó con su voto el 20 de diciembre, quién lo utilizó para intentar dar un gobierno a este país y quién solo buscó los sillones del poder.
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