Ahora resulta que Mariano Rajoy era un genio incomprendido. Un as en materia de táctica aplicada a los flujos y reflujos de la política. En materia de servidumbre nada debería asombrarnos porque en orden al análisis periodístico de la actualidad política todo ha sido ya dicho y el resto no anda lejos del plagio. Hasta hace dos semanas, para muchos, Mariano Rajoy era el “tapón” que impedía la renovación del PP. Proceso apuntado por unos como necesario y por otros como imprescindible. Pero las cosas cambian. Conocido el fracaso de Pedro Sánchez en la investidura, ahora el juicio cambia. Los mismos ya no dicen lo mismo.
Ahora el tapón (imagen negativa) se torna flotador (imagen positiva). Mariano Rajoy, el mismo dirigente político a quien hasta los suyos criticaban (en voz baja) por su inmovilismo y su contumaz ceguera ante los casos de corrupción, ahora es presentado por sus colaboradores -seguidos a la carrera por algunos comentaristas- poco menos que como un Tayllerand. Un titán en materia de astucia política. Si declinó el ofrecimiento del Rey Felipe VI para presentarse a la investidura presidencial fue porque “sabía” que Pedro Sánchez fracasaría en el intento.
Los mismos que habían oído clamar a Rajoy (y a sus más cercanos colaboradores: Soraya Sáenz de Santamaría y el portavoz parlamentario Hernando) contra el “gobierno del Frente Popular” que-según ellos -se aprestaba a formar Sánchez en pacto con Podemos-, hablan ahora del genio táctico del político pontevedrés. Hasta hace nada no eran pocos los comentaristas conservadores que exigían la renovación del liderazgo popular porque las encuestas pronosticaban que sin Rajoy el PP obtendría más escaños.
Con medias palabras, de éste coro también formaban parte algunos de los jóvenes vicesecretarios del partido (Maroto en cabeza y a más distancia Maíllo y Casado).
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