Comienza de manera oficial la campaña del 26-J. Incomprensiblemente los candidatos son los mismos que nos pidieron el voto el 20-D. Ya hablan otra vez de vetos, pactos, alianzas y coaliciones. A mi juicio otras preocupaciones están en la mente de la gente en esta coyuntura capitalista de la cual suelen decir que no tiene alternativa. Sería conveniente, pues, cambiar de tema y hablarle al ciudadano de aquello que más le interesa. Un tema ineludible es la corrupción que no por estar en todas partes, es menos interesante. El robo al Estado, la mano en la caja, la humillación de hacer pagar a los pobres lo que no pagan los ricos. Las últimas noticias que nos llegan de Valencia, para no hablar de otros burgos podridos, han hecho del PP un charco de ranas digno de estudio.
Se puede dar la paradoja de que el partido que engloba más casos de corrupción gane otra vez de las elecciones por una de esos absurdos atípicos de la política española. Los analistas suelen decir que la gran corrupción en este país procede originariamente de las cloacas del franquismo. Sus capitostes pactaron no sin recelos con los políticos de la transición y lo primero que exigieron fue callar las inmundicias de la dictadura. La transición se considera ahora un gran éxito en lo que se refiere al advenimiento de la democracia pero respecto al enriquecimiento inmoral deja bastante que desear. De esta manera se explica la abundancias de grandes católicos pasando por los juzgados. Al margen de ello el tema principal de la campaña debiera ser el paro. Pese a los predicadores del Gobierno aún padecemos un 20% de desempleados; trabajos precarios, sueldos de hambre, recortes incapaces de sacarnos de la miseria. La maquinaria publicitaria que no cesa, suele crear eufemismos tranquilizadores, que llaman desaceleración. Espero que la campaña aborde también el déficit que perjudica al crecimiento y por ende a la riqueza. Sería imperdonable que se olvidaran los recortes en educación y en sanidad sin parar mientes en la desigualdad estructural que segrega el sistema, pues si no corregimos al capitalismo los bienes de este mundo pertenecerán solo a unos cuantos. Es lógico que esos cuantos se llevan su dinero a Panamá. De todo ello tendrán que hacerse cargo a los mitineros. Todo no va ser aplaudir al líder.
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