Durante los últimos ocho años me mudé diez veces de casa, cinco de ciudad y dos de lengua. Trabajar como profesor de español en el extranjero me permitió hacer del viaje un modo de vida. Cioran dijo algo curioso al respecto, dijo que “no se habita un país, sino una lengua”, y que “la patria es eso y nada más”. ¿Quién mejor que él para decirlo? Alguien que lo dejó todo para mudarse a la lengua francesa.
En mi periplo, la poesía y el teatro me sirvieron de brújula. Su capacidad para arrojar una nueva mirada sobre las cosas me ayudó a atemperar el trauma de cada mudanza. Porque una mudanza es una odisea hacia lo esencial, un despojarse de aquello que no necesitamos para ser nosotros mismos, una “fuga centrípeta” que diría Szymborska.
Algunos tienen la mudanza por un auténtico suplicio, como los venezolanos de Maracaibo, quienes dicen “ojalá te mudéis” para desear la peor de las maldiciones. Para Beethoven, en cambio, mudarse fue una obsesión, ya que al parecer vivió en más de sesenta casas diferentes de Viena. Y para Pessoa fue un método de investigación que le permitió habitar un país de heterónimos. En todo caso, cualquier mudanza sirve para descubrir quiénes somos cuando dejamos de ser nosotros. Algo parecido pasa con el amor –con el que no es de verdad, quiero decir– cuando conocemos a alguien que asegura amarnos tal y como somos pero que nos recomienda cambiar de hábitos, dejar esa manía tan nuestra y mudarnos en la imagen que construyó de nosotros, interpretar, en definitiva, el más amargo de los roles: nuestra caricatura.
El teatro, como iba diciendo, me sirvió para no perderme, para encontrarme en cada personaje y para hacer mío el desarraigo. La primera vez que pisé un escenario –siendo consciente de su significado– fue en Vícar, alentado por Mariano Sopedra y su familia, quienes lograron convertir –con su amor verdadero por el teatro– una gigantesca carpa rodeada de invernaderos en una divertida muestra para jóvenes teatreros. Así me inicié en el ritual de la otredad, en esa herramienta que incluso pude aprovechar en mis clases de español para extranjeros.
Basándome en mi experiencia, comencé hace cuatro años la andadura de un proyecto sobre las mudanzas acompañado por la editorial sevillana Ediciones En Huida y el colectivo escénico La Confluencia. Tras recorrer con ellos Andalucía, el 7 de mayo este proyecto dará sus últimos pasos en el Territorio Teatro. Será en Vícar, precisamente. Qué ironía. Terminar en el mismo lugar donde empezó todo. Un viaje circular. Como si se tratara de un reencuentro conmigo. Intentaré que el yo de ahora no abrume con demasiados consejos al de entonces.
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