Cuando la memoria nos alcance alejados de lo inmediato, quizá a Paco Góngora, alcalde de El Ejido se le recuerde en la historia de la provincia no por la gestión- eficaz: ahí están los datos- en la salida del túnel de miseria económica, política y humana en el que el Caso Poniente abrumó las cuentas falsas y los cuentos megalómanos de su ayuntamiento en el tardoencisismo , sino por haber sido el hombre que rompió la dinámica de enfrentamiento entre la capital y El Ejido que tantos votos le dio a aquél alcalde y tanto desencuentro inútil provocó en tantos almerienses que nunca lo entendimos; o quizá sería mejor decir que lo entendimos muy bien: la bandera del patriotismo de pandereta es el refugio tras el que mejor se esconde la corrupción.
Después de muchos, demasiados años de desencuentro, el gobierno municipal de El Ejido comenzó en 2011 a desandar el camino a ninguna parte de aquel enfrentamiento prefabricado entre quienes, desde el poniente, aspiraban a levantar fronteras en La Aldeilla y quienes, desde la capital, creían que el mundo acababa en El Cañarete.
Durante estos años han sido muchos los que han compartido reflexiones sobre la necesidad de abandonar la calle del desencuentro para encontrar la esquina que doble ese camino de perdición que a todos perjudicaba.
Las declaraciones contenidas en la magnífica entrevista de Rosa Ortiz con el alcalde de El Ejido que usted puede leer hoy en las páginas de este periódico, es una prueba, alentadora, de que las aguas de aquella rivalidad construida desde el nacionalismo demagógico de algunos y la torpeza de casino provinciano de otros, se está diluyendo y las aguas entre una y otra ciudad están regresando al cauce de colaboración y entendimiento del que nunca debieron salir.
La respuesta del alcalde a una pregunta de la periodista en la que sostiene que “nosotros no queremos ningún tipo de afrenta. Somos un municipio importante que quiere tener su lugar, su espacio. El Ejido arrima el hombro a la unidad provincial. Nos sentimos muy cómodos con nuestra capital y muy orgullosos de sentirnos almerienses y el clima que se va creando es propicio para que no exista ningún enfrentamiento con Almería. Tenemos que fomentar la normalidad porque nos beneficiamos también de ello”, esta respuesta, digo, es un tratado de sentido común al que nadie hoy pondrá reparos.
En apenas un manojo de líneas, Góngora ha diseñado una aspiración de futuro compartido al que no es posible poner objeciones. Desde el liderazgo agrícola de la provincia declara explícita su voluntad, no solo de continuar reconstruyendo los puentes que algunos, desde una y otra trinchera, dinamitaron, sino que plantea la construcción de otros nuevos que hagan más sólida esa necesidad objetiva de caminar juntos. Me gusta esa música.
Como me gustan las imágenes que difunde la Estación Espacial Internacional de los invernaderos de El Ejido y sus entornos y en las que, bajo un inmenso mar de plástico, puede intuirse el bosque de miles de hectáreas sobre el que se asienta la economía provincial.
Esas imágenes que abarcan desde Aguadulce hasta Adra y desde El Ejido a Vicar, La Mojonera y Dalias, si sabemos ver en ellas algo más que su espectacularidad estética, lo que nos muestran es cómo será el futuro de la provincia así que pasen veinte años y, a la par y esto no es una cuestión de menor cuantía, como será la estructura sociológica y urbana que vertebrará la capital hasta la frontera con Granada.
La autovía del poniente no son solo kilómetros de asfalto que unen territorios administrativamente distintos; es una infraestructura que en pocos años se convertirá en amplias avenidas de circulación acompañadas, en sus dos orillas, por estructuras comerciales y urbanísticas que provocarán confluencias socioeconómicas, educativas y culturales de ámbito superior al municipal.
El tiempo y el desarrollo acabarán convirtiendo la autovía que une la capital con Adra en una calle salpicada de tramos industriales y urbanos. No lo duden. Pero, para quienes lo hagan, que piensen lo que era en los años sesenta aquel desierto salpicado de ventas que unía Almería y El Ejido y en lo que se ha convertido hoy.
Almería y El Ejido (y Roquetas y Adra y Vicar y Nijar, y los dos Huércal y Vera, en definitiva, todos los municipios), serán más fuertes si, en vez de caminar por la extravagancia inútil de la desunión, recorren el camino inteligente de la colaboración.
El alcalde de El Ejido apela en su entrevista ese concepto. Pero también hace una reivindicación a la que es preciso atender desde la razón del argumento y la inteligencia de la estrategia que a todos beneficia. Sostiene Góngora que ha llegado la hora de que El Ejido- los ejidenses- tengan un peso importante en la gobernanza de la provincia. Nada hay de reprochable en ello, todo lo contrario.
No es razonable que un territorio como El Ejido, tan importante cuantitativa, cualitativa y sociológicamente para la provincia, no haya tenido hasta ahora (con alguna excepción en Diputación que mejor olvidar), el peso específico que le corresponde.
Las instituciones de gobierno, los partidos, la Cámara de Comercio, las instituciones públicas y privadas de ámbito provincial, los sindicatos, las organizaciones sectoriales, nunca han sido generosas con ellos. Es verdad.
Pero también lo es que a esa falta de generosidad se le ha respondido con el desinterés (a veces intencionado para luego quejarse; que se lo pregunten a Jose Antonio Flores, entonces presidente de la Cámara, por la ubicación de un stand en la Expoagro de 2003 y el show que Enciso le montó) y, en algunos casos, su respuesta ha estado revestida con la arrogancia del desdén. La historia ha demostrado que dos no se encuentran si ninguno de los dos quiere.
Hace años que esta situación comenzó a cambiar. Ese es el camino. Y las palabras de Paco Góngora son un paso más en la construcción del relato de futuro de una provincia moderna que debe ser escrito entre todos.
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